«Caperucita Roja» lleva un rifle sobre su hombro, camina con confianza por el bosque y su abuelita apunta con una escopeta al lobo feroz. Es la nueva versión del popular cuento infantil reeditado por el poderoso lobby de las armas en Estados Unidos.
El célebre cuento de los hermanos Grimm fue modificado y publicado en uno de los portales de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), una iniciativa para enseñar a los niños que ciudadanos bien armados -incluso en el mundo de los cuentos y la ficción- se pueden proteger de aquellos que les quieren dañar.
Una propuesta que ulcera a los activistas contra la violencia de las armas de fuego, pero con la cual la NRA continúa sus iniciativas para niños, la próxima generación de dueños de armas, como clave de su divulgación.
«La mayoría de nosotros probablemente creció con la lectura de cuentos de hadas mientras nos quedábamos dormidos. ¿Pero cuántas veces han pensado, y se te has dado cuenta, cuán sombríos son algunos de ellos?», dice la NRA en su web.
«¿Se ha preguntado alguna vez cómo habrían sido esos cuentos si a la desafortunada Caperucita Roja o a Hansel y Gretel les hubieran enseñado sobre seguridad de las armas o cómo usarlas?», agrega.
Un giro en los clásicos
La autora de esta versión, Amelia Hamilton, se presenta como una «patriota» y una bloguera defensora de los valores de «Dios, la familia y el país».
«Las historias son también para adultos y primero preconizan la seguridad», justificó el viernes en la cadena CBS, repitiendo el eterno argumento de la NRA de que las armas no hieren a sus usuarios a menos que sean mal empleadas.
En su versión reeditada de «Caperucita Roja», la pequeña heroína parte hacia la casa de su abuelita por el bosque con su arma en el hombro y finalmente logra asustar al lobo.
La dulce abuela también está equipada con un arma en su aislada casa.
Defenderse de la bruja
La autora también transformó a Hansel y Gretel en dos pequeños cazadores, capaces de dar muerte a un corzo, una ardilla o un conejo. De más está decir que el problema del hambre queda resuelto.
Los dos hijos del pobre leñador «son bastante grandes para cazar solos en los bosques», aseguró Hamilton, en una entrevista con la NRA.
Las intenciones de la bruja que vive en su casa de pan de jengibre también se verán frustradas gracias al gatillo de los hijos del leñador.
En Estados Unidos no está prohibido modificar el maravilloso mundo de los cuentos infantiles. De hecho, Tex Avery y Walt Disney lo han hecho de manera magistral. Pero este caso impulsado por la NRA genera polémica.
«Se trata de una operación de marketing nauseabunda y perversa en el plano moral», dijo el viernes Dan Gross, el presidente de la Brady Campaign to Prevent Gun Violence, una asociación que lucha contra la violencia con armas de fuego.
Gross deploró «una corrupción de clásicos de la literatura infantil» que busca «poner armas en las manos de los jóvenes estadounidenses».
El año pasado al menos 278 niños hirieron o mataron a alguien en Estados Unidos, al disparar un arma accidentalmente, según la organización Everytown for Gun Safety.
Los tres cerditos
Un tercio de los niños estadounidenses vive en un hogar donde existe al menos un arma. Dos millones conviven con algún arma sin bloquear y en algunas zonas del país, las armas de fuego se han convertido en la segunda causa de mortalidad infantil detrás de los accidentes de ruta.
Otra asociación, Coalition to Stop Gun Violence, denunció una «degradación de la cultura que corrompe a los niños, incitándolos a tomar riesgos inconsiderados e inútiles».
Pero la autora, originaria del estado de Michigan y licenciada en historia del siglo XVIII, respondió a este tipo de comentarios argumentando que quienes la critican no han leído siquiera los cuentos.
Las versiones originales son mucho más violentas, afirmó Hamilton, en alusión a la abuela que es devorada viva en «Caperucita Roja» o la bruja calcinada en su propio horno en «Hansel y Gretel».
El próximo cuento que publicará Amelia Hamilton será «Los tres cerditos». Y en ese caso, el lobo malo que intenta soplar las casas podrá enfrentarse a un ajuste de cuentas del estilo O.K. Corral.