Lo que distintos analistas, actores y comentaristas políticos han calificado sobre los actuales escenarios como “antihistoria” o error de la historia venezolana –entre ellos el Dr. Asdrúbal Aguiar-, tiene que ver con algo que el reconocido historiador Eric Hobsbawn planteaba sobre este tipo de circunstancias temporarias: “La mala historia no es inofensiva, es historia peligrosa”.
Y aunque nuestro contexto es distinto al estudiado por Hobsbawn cabe la comparación sobre los elementos distintivos, concebidos por el gobierno “cívico-militar” desde 1999 y las implicaciones que ha tenido para el país.
Sin embargo debemos señalar -para efectos del debido análisis- que el ascenso de Chávez al poder sólo representó la continuación de un modelo económico rentista, de unos partidos que controlaban las riendas del país y de un Estado a la orden de las élites económicas de turno.
Por lo tanto no debió ser una sorpresa que este experimento socialista dirigido por militares llevara al país a los niveles más críticos de su historia reciente: para los problemas estructurales que presentaba el país a la culminación del siglo XX no se plantearon soluciones estructurales y la esperanza investida por los ciudadanos en Hugo Chávez llegó hasta la Constitución vigente.
Lo otro que defiende a rabiar a la élite chavista forma parte de una gestión en asistencialismo social con intereses partidistas pero desvinculada del modelo productivo.
Los ciudadanos deben aprender de esta lección que nos da la historia y nos ha llevado a una situación peligrosa para la estabilidad del país.
La democracia debe ser refundada y sus instituciones transformadas: los poderes públicos deben mantener su autonomía y su relación sólo debe ser de carácter cooperativo y para un fin común.
Los ciudadanos deben ejercer con mayor entereza la soberanía, la cual les garantiza la Constitución en el marco de la democracia y la libertad.
Los ciudadanos deben aprender que para elegir a un presidente, gobernador o alcalde, y así todos los cargos de elección popular a los cuales les correspondan cumplir con funciones fundamentales para la vida del país, deben cumplir con un perfil en los aspectos técnico (académico) y ético; que su experticia en materia de dirección de organizaciones públicas o privadas representan un valor fundamental a la hora de ser electos.
Los ciudadanos deben entender que los militares deben estar en los cuarteles, que sus responsabilidades se limitan a la defensa del país y que su aparición en la escena política es contraria a la democracia. Que la denominación que le ha dado el presidente Maduro al calificar a este gobierno de cívico-militar pone en evidencia ante la comunidad internacional la presencia de una estructura de facto al mando del país.
Pero a pesar de sonar como contradictorio, son estos procesos los que fortalecen a la sociedad y permiten desarrollar nuevos niveles de ciudadanía, necesarios para la ejecución de democracias más efectivas y expeditas para el bienestar del país.