La pregunta dejó de rondar en la mente de muchos venezolanos e, incluso de ciudadanos de otras latitudes que siguen con atención lo que ocurre en el país, a la expectativa en cierta forma. Ahora se expresa en el discurso abierto, que es más revelador, de “grupos de interés”, equivalentes en la categoría del análisis científico, desde la perspectiva interrelacionada de las diferentes disciplinas o transdisciplinariedad, a los “Stakeholders” (en la terminología anglosajona).
La vieja visión, al considerar a las instituciones, organizaciones, Estados, como aisladas del contexto e ignorar la dinámica relacional, tanto a lo interno como a lo externo, resultó insuficiente para las explicaciones del caso. Hoy los escenarios estratégicos para la guerra que se libra en el ámbito de lo global y de lo local, para comprenderla, requiere del auxilio de tales técnicas, entre otras.
En medio del colapso de la economía venezolana, la situación de crisis lleva implícita, en la acepción etimológica de esta, la solución o salida de la misma. La cuestión está en que hay quienes, en su desesperación por el poder comienzan a soñar con un nuevo “Caracazo”, por decir lo menos, y lo insinúan, sin medir las consecuencias que ello pudiera acarrear, dada la polarización extrema que se ha vivido en lo que va de este siglo; sin que sea un rasgo característico exclusivo de la actual de gestión de gobierno.
Políticamente hablando, esa diferenciación se acentuó por el énfasis que se hizo en atender la deuda social acumulada con los sectores excluidos por gobiernos anteriores, traducida en la bandera del socialismo, enarbolada a partir del segundo mandato del presidente Hugo Chávez. La redistribución de la renta se hizo posible en la medida en la cual se contó con ingresos petroleros suficientes, merced la escalada de precios hacia el alza que operó en el mercado mundial.
La historia no se repite, en sentido estricto; pero hay episodios recurrentes. El siglo XIX es demostrativo de la cultura del caudillismo y de la impronta que dejó en nuestras instituciones, a tal punto que aún seguimos padeciendo del debilitamiento del Estado. Del siglo XX heredamos una cultura rentística que impidió la diversificación de la economía, gracias al manejo ineficiente y corrupto de los gobiernos. Siempre hubo intereses en juego, solo que hoy son más visibles.
La corrupción no es solamente económica, también es política cuando hay un manejo irresponsable de las instituciones que conforman el poder público, en provecho personal y se pretende el dominio, como en los tiempos medievales, argumentando que la voz del pueblo es la voz de Dios. Ya es común hablar que el tiempo de Dios es perfecto. Para la fe es un aliciente, reconforta el espíritu. Pero nadie, al parecer, ha podido ponerle hora, día y año a los cambios políticos. Ni el propio Chávez que alardeaba de gobernar hasta el 2019.
Hay una dinámica social y política que, sobre la base de la gestión económica del gobierno, determinará lo que va a ocurrir. Dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada. La fortaleza institucional pasa por el respeto a los Derechos. Humanos. Utilizar al pueblo como “carne de cañón”, bajo pretensiones de poder es corrupción e irresponsabilidad política.