AGUADILLA, Puerto Rico (AP) David Thompson sintió que una ola lo barría y de repente se encontró aferrado a una soga atada a su barco en el océano Atlántico, bastante lejos de la costa norte de Puerto Rico.
Pensó que la situación no era grave. Tenía la soga y un chaleco salvavidas. Solo debía volver al barco, ayudado por la soga.
El mar, sin embargo, estaba agitado, con vientos de 20 nudos y olas de tres metros (10 pies). Cuando trepaba al barco, otra ola lo arrastró, con una fuerza tal que le sacó el chaleco salvavidas, al que estaba atada la soga. Súbitamente se encontró solo en el medio del mar, viendo cómo el barco se alejaba.
«Tenía los brazos cansados, ya no podía aferrarme a nada», relató Thompson, de 68 años, desde el hospital donde se recupera de la odisea que acababa de vivir. «Vi que el barco se alejaba y pensó que esto se acababa para mí».
Pero siguió peleando. Nadó de a ratos, flotó sobre sus espaldas y continuó nadando durante siete horas, hasta llegar a una playa puertorriqueña, medio desnudo y exhausto.
Thompson, un ingeniero jubilado de Kalamazoo, Michigan, que navegaba solo cuando cayó al mar, está siendo tratado por deshidratación y permanecerá en el hospital al menos cuatro días.
En una entrevista con la Associated Press desde el hospital, dijo que había estado con su esposa Donna en la isla de St. Maarten. Ella regresó en avión y él se encaminó con su velero Enthalpy II, de 15 metros (49 pies), hacia el sur de la Florida. Era la una de la tarde cuando fue arrojado al mar.
Cuenta que la ola que se lo llevó le sacó no solo el chaleco salvavidas sino también casi toda su ropa. Solo le quedó una camisa, por lo que estaba prácticamente desnudo, flotando en el agua y analizando sus opciones.
Nadó unos 6,4 kilómetros (4 millas). Se tomaba descansos, flotando de espaldas, y pensaba en su nieta de dos años y medio, lo que le dio fuerzas para seguir.
«Quería verla y abrazarla de nuevo. Además tengo una esposa y una buena vida. No quería morir», expresó.
Siguió nadando
Sufrió cortes en las piernas al llegar a los arrecifes de la costa. Consciente de que estaba desnudo, se sacó la camisa y la usó como pantalón, colocando las piernas en las mangas, y empezó a buscar ayuda. Golpeó las puertas de varias casas, pero nadie salió a atenderlo.
«Me veían y pensaban que estaba borracho, porque ya no me quedaban fuerzas en las piernas», que estaban sangrando. «Mi aspecto no era el de una persona a la que quieres invitar a cenar».
Finalmente llegaría Villas del Mar Hau, un hotel en la ciudad de Isabela. Ingresó al restaurante y pidió ayuda a los meseros. Le dieron comida, agua y ropa que habían dejado algunos huéspedes.
«Comió mucho arroz y frijoles, parecía que no hubiese comido por tres días», comentó la asistenta del dueño del hotel Sandra Villanueva. «Lo admiro de verdad. Estaba deshecho. Sin ropa, aturdido».
El hotel llamó a la policía y a la Guardia Costera y Thompson fue llevado a un hospital en la vecina Aguadilla. Los administradores del hospital privado no permitieron el ingreso de los periodistas de AP, pero Thompson dijo por teléfono que esperaba recibir un tratamiento de diálisis para eliminar el exceso de proteínas que había acumulado. Contó que no tenía fuerzas para sostener una taza de café.
Su esposa dijo en una entrevista telefónica desde Michigan que no le sorprendía que su marido hubiese sobrevivido.
«Es muy tenaz. Y determinado. Es una de las personas más fuertes que conozco. Cuando se le mete algo en la cabeza, nada lo hace cambiar de idea, lo que puede ser bastante irritante para una esposa», comentó entre risas.
La pareja planeaba ir de vacaciones con su velero a los cayos de la Florida o a las Bahamas el año que viene, pero ahora dejaron todo en suspenso.
«Saber que tu esposo está solo en un barco y que te llame la Guardia Costera… es la peor llamada que puedes recibir», expresó la mujer con voz entrecortada. «El que haya sobrevivido es un milagro».