Hay un país que se agrieta y resquebraja en la sordidez lamentable de un fracaso llamado gobierno. Hay un país que en el microcosmos del anonimato, ejerce su derecho cotidiano a la resistencia. Vivir. Sobrevivir. ¿Es importante el matiz que los diferencia? Para muchos sí. Para otros quizá ha perdido importancia.
El taxista que ha hecho maromas para conseguir un repuesto o comprar un caucho, y que le pide a todos los santos no caer en un hueco, o que lo roben, o que se convierta en el fatal antojo en el prontuario del próximo malandro de turno. La madre que hace cola para ver qué consigue y cómo hace de la plata un chicle imposible, estirar esos billetes que valen cada vez menos. La frente sudada de quien busca medicinas y no consigue, mientras la muerte le regala una mueca en la distancia.
La dueña de la tienda, del negocio, de la empresa, que abre temprano y decide que el trabajo es su mejor defensa, contra el ataque de quienes han decidido desde el poder que su empresa, signo de libertad y esfuerzo, es enemigo del modelo de economía donde el Estado-Partido debe poseerlo y controlarlo todo.
Ese niño que estudia música. Esa niña que todavía juega muñecas. Ese infante que perdió su niñez en la crudeza de una familia ausente, de un amor fracturado, y bajo el cobijo de la droga o la violencia creció, y es hoy un empeño delictivo. El médico que lucha por curar y salvar vidas, en medio de esta guerra no declarada a la vida y a la salud. El arquitecto que sortea el desempleo haciendo cualquier cosa para rebuscarse los días, con el diseño de un sueño postergado y en construcción. El que defiende la “revolución” desde el lujo o la comodidad de lo robado. El que lo hace por mera convicción ideológica y sana utopía. El que lo critica y enfrenta. Aquel que no opina y la da igual, creyendo que el derrumbe del Estado no lo afecta, y al que, sinceramente, no le importa nada.
Toda crisis puede sacar lo mejor pero también lo peor de la gente.
Nos refugiamos en la esfera de lo personal y familiar. Nos atrincheramos en la fe y certeza de aquello que sabemos está bien, observando lo que está mal y trabajando para cambiarlo. En el recuerdo de lo vivido, de una economía, de un país que funcionaba distinto, con potencial, con problemas pero aún con futuro.
Nos toca hoy defender el derecho a un futuro distinto. Siempre, en silencio, desde cada historia personal, De múltiples, variadas, complejas, humanas y sencillas, resistencias cotidianas.
@alexeiguerra