Por la escasez y alto costo: Los alimentos se dividen y el hambre se multiplica

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Ana Graterol es una joven madre de dos hijos de tres y un año de nacidos. Viven en condiciones precarias, cuatro paredes y un techo hechos con láminas de zinc, una cama, una cocina, una mesa de plástico y sillas tejidas de mimbre.

Su esposo es el único sustento de la casa, pasa todo el día trabajando para buscar el dinero para comprar comida, y a ella le toca la difícil tarea de conseguirla.

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Cuando el equipo reporteril de EL IMPULSO la visitó en su casa, en el Parcelamiento Ezequiel Zamora I en la avenida Circunvalación Norte, eran las 4:00 de la tarde. A esa hora le daba almuerzo a sus hijos, pasta de tornillo con queso rallado, nada más.

Contó que ese día se levantó a las 3:00 de la mañana, vistió a sus niños y se fueron a hacer una cola para comprar alimentos regulados en el Central Madeirense. Cuando llegó ya había más de doscientas personas delante de ella, sólo alcanzó a comprar pasta “de la cara” y así, un día más, sobrevivió a la angustia de no tener qué comer.

En su casa se apañan con pasta, arepas y arroz aliñado. Consumen los mismos alimentos una y otra vez en la semana, “es lo que se consigue y rinde”. A los integrantes de la familia Graterol se les olvidó el sabor de las carnes y consumir pollo es un lujo que se dan una vez al mes.

En la casa de la señora María Castillo se alimentan un poco mejor. Ella contó que pese al costo, ha optado por comprar caraotas porque les rinde para dos almuerzos para su familia, integrada por cinco adultos y dos menores de 4 y 13 años de edad. “La carne cuesta lo mismo pero sólo alcanza para comer una vez”.

Otra de las opciones de la mesa de la familia Castillo son los huevos, la sardina y tomate, “el tomate está caro pero hoy tuve suerte, lo compré en el centro a 80 bolívares” dijo. A veces mezcla los tres ingredientes y lo sirve con arroz para el almuerzo o media arepa… sí, la mitad de una.

“No les doy la arepa completa porque la harina la compro en 350 bolívares y dura un día, les doy la mitad de una o las hago pequeñita” contó la señora.

¿Qué tan balanceada puede ser la alimentación de una familia que subsiste con un solo salario mínimo?

Una familia cuyo ingreso mensual se ubica por los 12 mil bolívares (salario mínimo) dirige el mayor porcentaje de su dinero a la alimentación, seguido por gastos de transporte y de salud.

Los jefes de hogares entrevistados aseguraron que pese a sus esfuerzos por ahorrar, las piruetas para gastar menos y los intentos por comer bien, pocas veces logran llegar a fin de mes con la seguridad de tener un plato en la mesa.

Las redes de distribución del Estado (Mercal y Pdval) fueron creadas para que los venezolanos con escasos recursos tuvieran la oportunidad de adquirir productos con descuento. “Funcionaron bien en su época” dijo Hilario Sánchez, de la comunidad Villa Productiva, en el oeste de Barquisimeto. Sánchez hizo referencia a que en la actualidad ya no es posible encontrar los productos más importantes de la cesta básica en esas redes, por tanto se está sustituyendo alimentos por los de menor calidad.

En los supermercados no hay carnes (res, ave, pescado, porcino), leche, arroz, caraotas, lentejas, avena, aceite, huevos, pero abundan las golosinas, refrescos y alimentos procesados.

“Estos alimentos favorecen la desnutrición o sobrepeso, más temprano que tarde se va a manifestar en la salud de los venezolanos, especialmente en los niños”, indica la nutricionista Henedina Belandria, quien considera que por la escasez de productos de calidad, los venezolanos se inclinan por comprar alimentos que no aportan suficientes nutrientes en el organismo.

De allí vienen los problemas de tensión, alteraciones lipídicas, metabólicas, riesgos cardiovasculares y a nivel renal. “La mala alimentación tiene efectos dramáticos” apunta Belandria.

No siempre el niño sano es el gordito ni el peor alimentado es el de bajo peso, los dos pueden estar mal nutridos si la dieta a la que acceden tiene exceso de hidratos de carbono, grasas y azúcares.

Pero asegura la especialista que sí es posible darle nutrientes al organismo, aun contando con pocos recursos. La guía que creó un taller denominado “Cómo alimentarse en época de crisis” explica que el secreto es crear un plato con variedad de colores, “ese es el mejor y más simple consejo, tratar que nuestras comidas tenga diferentes colores”.

Aliarse con las verduras

La nutricionista, con 30 años de experiencia, resalta que hay madres que se encuentran en aprietos a la hora de cocinar porque caen en la rutina de preparar lo mismo, eso se debe a la falta de educación sobre la correcta alimentación.

En las comunidades visitadas por el equipo reporteril, se comprobó que las verduras más usadas en los hogares son la cebolla, tomate, zanahoria, yuca y plátano. Mientras que el apio, ajo porro, acelga, espinaca, alcachofa, brócoli, remolacha, berenjena, coliflor, calabacín y pepino (todos de fácil acceso en las ferias de hortalizas) no están presentes en la mesa.

Belandria manifiesta que siempre ha sido así, en un estudio que ella realizó hace una década resultó que los más desprotegidos normalmente comían pasta con caraotas y no incluían las verduras, por eso también se lo atribuye a la educación.

Recomienda familiarizarse con el área de frutas y hortalizas de los mercados, ir a las cooperativas o ferias de hortalizas en busca de mejores precios. De allí pueden surgir variedades de platos para cada día de la semana, que permiten una alimentación más abundante y mejor.

Tortillas con vegetales, sopas calientes y frías, pasteles de verduras, ensaladas, o asar las verduras en una sartén, son algunas opciones. Sugiere por ejemplo, rallar una zanahoria o calabacín y unirlo con la harina de maíz para las arepas, este consejo tiene doble intención: aportar más vitaminas y antioxidantes (la vitamina A va ligada al color amarillo o rojo, y la vitamina C al verde de las hoja), a la vez que se rinde la harina.

Propone eliminar el consumo de refrescos y bebidas saborizadas, además de su alto costo, no son saludables para el organismo. La lechosa, melón y guayaba son excelentes jugos para acompañar las comidas. “Hay que aprovechar la fruta de temporada, ya casi llega la época del mango, es el momento ideal para consumirlo, cambur tenemos casi todo el año y es una fruta muy nutritiva” resalta.

“Es importante que las madres den el ejemplo a sus hijos, ayudarlos a consumir este tipo de alimentos porque la crisis en algún momento va a pasar pero la educación a la hora de comer es lo que debería quedar”.

Números no coinciden

En una investigación desarrollada por el Banco Central de Venezuela (BCV), el Instituto Nacional de Estadística (INE), la Universidad de Los Andes (ULA) y la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) correspondiente al año 2008-2009 arrojó que la alimentación no significa un problema para los venezolanos.

Según la IV Encuesta Nacional de Presupuesto Familiares (IV ENPF) 80% de la población desayuna, almuerza y cena, mientras que 16,2% señaló que come cuatro veces al día, incluye una merienda.

Sin embargo no hay un estudio actualizado. En marzo de 2016 la página web del INE mantiene los mismos números de hace ocho años referentes a este estudio, a excepción de los indicadores de pobreza extrema, actualizados en 2014, en donde establece que sólo el 5,4% de los hogares tienen necesidades básicas insatisfechas.

A juzgar por las colas en los supermercados y los testimonios de los venezolanos, estos números parecen no coincidir con la realidad actual.

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