EVANGELIO: JUAN 8,1- 11“…El que no tenga pecados, tire la primera piedra” (Juan 8,7) La Sagrada Escritura, constantemente hace referencia a esa gran realidad que denominamos “pecado” En efecto el pecado recibe muchos nombres, tales como:
falta, rebelión, maldad, iniquidad y desobediencia. El pecador entonces es aquel que conscientemente, hace el mal, a los ojos de Dios. El pecado se opone al amor de Dios, pero, con todo dentro del arrepentimiento da lugar a la misericordia Divina, motivo de confianza, para el que cae y siente dolor por su maldad. Por eso, la historia de la salvación, va a consistir en las diversas tentativas, por parte del Creador, de arrancar al ser humano de las garras del pecado, que lo busca destruir, llevándolo por sendas de iniquidad. En cambio Dios, lo lleva por sendas de bien.
El ejemplo más significativo, es el de Adán y Eva, quienes rechazan consciente y libremente a Dios, al desacatar el mandato de Yahvé: “Sólo del fruto del árbol, que está en medio del jardín, nos ha dicho Dios, no coman, de él, ni lo toquen siquiera, de otro modo, morirán” (Génesis 3,3)
Esa desobediencia se dio, porque sugestionados por la serpiente satánica aspiraban, a “ser como un dios falso, que dice conocer el bien y el mal” (Génesis 3,5). O sea, se niegan a depender de Dios. Buscan ponerse ellos, en lugar de Dios.
Ya que esa dependencia, si bien era relación de criatura y creador, también implicaba una relación de amistad y de confianza. Pero precisamente, surge por instigación diabólica del padre de la mentira, la duda y desconfianza, respecto a Dios, ya que él dejaría de ser generoso, omnipotente y veraz; la prohibición según la serpiente, es sólo una excusa por parte de Dios para proteger sus privilegios; y la amenaza, es sólo una mentira, por la misma razón.
La noción de identidad de Dios queda trastocada, y éste aparece simplemente, como un ser interesado, temeroso y ambicioso. Por eso el pecado es la perversión, más destructiva que pueda padecer el ser humano.
Ojalá que nunca dudemos de Dios, sino que por el contrario, sepamos confiar plenamente en Él, que nos exige pero que nos ama y nunca nos abandona.
Evitemos el pecado, como actitud injusta y maligna, que nos hace alejar de Dios, despreciándolo o ignorándolo y que rompe las verdaderas relaciones fraternas.
Cuaresma, es un tiempo de arrepentimiento, frente al mal. Procuremos con libertad y decisión, acercarnos al sacramento de la Reconciliación.
Hagamos una buena confesión que se proyecte en un auténtico cumplimiento del deber y cambio personal.
Mons. Antonio José López Castillo
Arzobispo de Barquisimeto
Cuidado con el efecto del pecado que ciega al hombre VATICANO, 04 Mar. 16 / (ACI).- El Papa Francisco invitó a los fieles a acercarse al sacramento de la Confesión y así dejar atrás la ceguera del espíritu “que impide ver lo esencial” y “fijar la mirada en el amor que da la vida”.
“El pecado también tiene este efecto: nos empobrece y aísla”. “Es una ceguera del espíritu, que impide ver lo esencial, fijar la mirada en el amor que da la vida; y lleva poco a poco a detenerse en lo superficial, hasta hacernos insensibles ante los demás y ante el bien”.
“Qué fácil y equivocado es creer que la vida depende de lo que se posee, del éxito o la admiración que se recibe; que la economía consiste sólo en el beneficio y el consumo; que los propios deseos individuales deben prevalecer por encima de la responsabilidad social.
…“No lo olvidemos: sólo Dios es quien obra en cada persona.
Evangelio
Juan (8,1-11): En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra ». Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Iglesia en marcha
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