La cuota literaria conocida de decesos este año la componen tres intelectuales americanos y un europeo. Entre los americanos hay una norteamericana, un centroamericano y una latinoamericana de Puerto Rico. Se trata, en primer lugar, de la estadounidense Harpers Lee quien acaba de morir a los 89 años en la ciudad de Alabama. La imagen de Harpers cuando fue joven era la de una muchacha vivaz, llena de anhelos, cualidades estas muy propias para la aventura intelectual de escribir. Dejó una obra, tal vez más, de enigmático título: “Matar a un Ruiseñor”. Esta novela suya fue llevada al cine en 1962, con el destacado protagonismo del apuesto actor Gregory Peck en la plenitud de sus 46 años. La película produjo entre los espectadores un gran impacto y fue además admirada y comentada. Es el patrimonio intelectual de la Harpers.
De Europa, se trata nada menos que del gran semiólogo italiano Umberto Eco, nacido en Alessandria, Piamonte. Su obra, muy difundida se concreta en las relaciones semióticas entre la creación artística y los medios de comunicación. Entre sus trabajos destacan su novela “El nombre de la rosa”, desarrollada en un monasterio medieval, llena de soterradas intrigas y hasta muertes. “El péndulo de Foucault”, “Apocalípticos e integrados” y “La misteriosa llama de la reina Loana”.
Umberto Eco consumió su vida en 84 años.
Una noticia de la Associated Press da cuenta del viaje sin despedida ni regreso, del polémico sacerdote y poeta Ernesto Cardenal. El bardo de Solentiname, Nicaragua, murió a los 91 años. El poeta Cardenal fue Ministro de Cultura de la Revolución Sandinista y deja un bagaje de poesía entre las que cuentan: “Salmos” 1964, “Oración por Marilyn Monroe y otros poemas” 1965, “Homenaje a los indios americanos” 1970, “Canto cósmico” 1989. Desde Solentiname, archipiélago de 4 islas y numerosos islotes, situado entre el Lago de Nicaragua y el río San Juan, realizó su obra este clásico de la poesía.
Sin más información que el clásico y veloz cintillo de pie de pantalla de la televisión, pero intelectual al fin, conocí de la partida de una novelista puertorriqueña que murió a los 77 años. A duras penas alcancé a tomar su apellido: Ferré o Ferrés. Vaya mi admiración y respeto por su trabajo y por su alma. Ella también dejó obra. Pero en todas estas cosas de la difusión por los medios se manejan pingües intereses. Importa para nosotros, su trabajo intelectual, en él quedaron sus sueños. Con este luctuales rindo mi modesto homenaje a los que nos dejaron y a su obra.
@carlosmujica928