Otro reconocido intelectual, Ivan illich (1978), en su obra Némesis Médica, para referirse a esta espiral autorreforzante de retroalimentación institucional negativa de la medicina moderna. El autor insiste y en cierta forma da continuidad a la obra de Fromm, al afirmar que buena parte de los problemas de salud actuales tienen en la destrucción del ecosistema sus principales causas. Illich, es considerado un radical en su postura crítica a las ciencias modernas y fundamentalmente a la medicina, a la que no duda de acusar de haber causado- en su crecimiento violento de los últimos cien años- más daño que beneficios en la salud humana. Para el autor, los principales problemas de salud, además de las deviaciones de la medicina, tienen como principal causa la pobreza, la violencia, las guerras, los accidentes automovilísticos, el trabajo, y fundamentalmente la poca educación (P.22).
En este mismo orden de ideas, Ulrich Beck (2006), afirma que lo que socialmente se entiende por «salud» y «enfermedad», pierde su carácter «natural», dado, en el marco del monopolio médico, y se convierte en un criterio producido por el trabajo médico y definible desde la profesión. De ahí que «vida» y «muerte» pierdan su valor y concepto al margen de la intervención humana. Lo que se entiende socialmente por «vida» y «muerte» se convierte en algo contingente en y por el trabajo de los médicos; han de determinarse de nuevo, con todas las implicaciones imprevisibles y a partir del trasfondo y bajo el condicionamiento de la objetividad, los problemas y los criterios producidos en medicina y en biología. (Ulrich Beck. 2006. P. 265).
Considera Beck que la medicina, debido a su avance profesionalizador en la Europa del siglo XIX, quitó a los hombres técnicamente el padecimiento; lo administra y monopoliza profesionalmente. Enfermedad y padecimientos se fueron delegando paulatinamente a la administración ajena, dotada de expertos, a la institución médica, y se aislaron en «hospitales » regimentados, con el desconocimiento total de los enfermos por parte de los médicos que de uno u otro modo «intervenían».
Hoy con los enfermos se hace precisamente lo contrario; se les deja solos con la enfermedad, pese a mantenerles sistemáticamente en situación de incapacidad personal, y se les abandona a otras instituciones igualmente sin preparación, tales como la familia, el mundo profesional, la escuela, etc. El ejemplo más impactante de esto es el aumento en la extensión del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida). La enfermedad se generaliza también como producto del «progreso» del diagnóstico. Todos y cada uno son «enfermos», o pueden serlo potencialmente, con independencia de cómo se sienta el hombre. De ahí que se subraye la imagen del «paciente activo», se fomente la «alianza de trabajadores» que reclama al paciente la «colaboración médica» para su circunstancia de enfermo diagnosticada médicamente. (Ob. Cit. p.259).
La medicalización de la vida o la influencia de la medicina sobre las costumbres (y por lo tanto sobre la moral), ha tomado actualmente tales proporciones que los conceptos de salud y enfermedad constituyen grandes criterios morales en los países avanzados del capitalismo. El Estado y sus burocracias sanitarias en una interesada interpretación de la «sanidad pública», se han adueñado del control de la salud de sus súbditos, convirtiéndose en los mediadores que deciden sobre el estado de salud o enfermedad de nuestros cuerpos. (Revista Ecetera n.42. junio 2007. México). Continuará…