La vulnerabilidad de Venezuela ante el zika

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Ante la crisis del sistema de salud y la profunda escasez de medicamentos que agobia Venezuela, lo último que cualquier venezolano quiere es enfermarse. Y menos del virus del zika.

Actualmente, no se consigue repelente para insectos, ni anticonceptivos para evitar embarazos, ni medicamentos para tratar las enfermedades asociadas al virus. Tampoco ha habido una campaña de salud pública que le informe a la gente acerca de la enfermedad y nadie sabe, a ciencia cierta, cuántos infectados hay.

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«Es terrible, terrible lo que estamos pasando», dice consternada Carla Natera, de 50 años, funcionaria de la alcaldía del municipio capitalino de Sucre al relatar como debió recorrer diez farmacias de la capital para tratar de conseguir algún antialérgico para tratarse las erupciones que tenía en todo el cuerpo y el rostro debido al zika.

William Barrientos, médico y legislador de la oposición, dice que el gobierno socialista no está equipado para hacer frente a una crisis de salud en un país donde la escasez no sólo cobija a las medicinas sino también a los alimentos, y donde la economía es un caos y la crisis política se profundiza día a día.

«No hay una campaña educativa e informativa en la población», dijo Barrientos. «No hay seguimiento del vector (el zancudo)».

A mediados de este mes, la televisora estatal produjo y transmitió algunos comerciales para informar a la gente del zika y enseñarles cómo protegerse, pero su difusión ha sido esporádica.

A las graves dificultades generadas por la escasez de medicamentos e insumos se suma otra: la falta de estadísticas oficiales sobre la evolución del virus que impide a los médicos hacer un análisis y caracterización completa de la epidemia, según han reconocido las sociedades de médicos locales.

Los reportes realizados por las autoridades del país a la Organización Mundial de la Salud señalan que los primeros cuatro casos de zika se registraron en noviembre pasado.

Pero el infectólogo Julio Castro, del Instituto de Medicina Tropical de la estatal Universidad Central de Venezuela, dijo que de acuerdo a las curvas de los cuadros febriles (fiebre en exceso), del Ministerio de Salud, se estima que el virus habría empezado entre agosto y septiembre de 2015.

Las autoridades limitaron por más de un año la difusión de estadísticas epidemiológicas por razones que aún no han explicado, y que fueron difundidas sólo hasta el 12 de febrero.

En medio de fuertes críticas de los gremios de médicos, el Ministerio de Salud liberó a finales de la semana pasada algunos boletines, del que faltaban los reportes de 2014 y otros del año pasado, pues solo llegan hasta julio y no incluyen el surgimiento del zika.

Para compensar la falta de cifras oficiales y lograr estimar los casos probables de zika, algunos médicos venezolanos recurren a «algoritmos paralelos» utilizando herramientas de Google y el monitoreo de Twitter y otras redes sociales, dijo el infectólogo Castro.

Esas estimaciones les han permitido a médicos locales, agrupados en la Sociedad Venezolana de Salud Pública, calcular en cerca de 400.000 los casos sintomáticos de zika, mientras las autoridades reportan 5.221 casos sospechosos de los cuales han sido confirmados 319, y tres muertes asociadas al contagio.

En la vecina Colombia, en contraste, se han reportado oficialmente más de 30.000 casos del zika.

La oposición y algunos especialistas exigieron a las autoridades la declaratoria de una crisis humanitaria para atender de forma urgente la escasez de medicinas, insumos y equipos y evitar la muerte de pacientes.

El gobierno asocia el desabastecimiento a una «guerra económica» promovida por sectores empresariales para desestabilizar el país.

Castro explicó que en el caso de Venezuela aún no se ha alcanzado el pico del virus, y precisó que «entre finales de marzo y abril deberíamos estar en el punto más alto de la curva y allí debería empezar a bajar».

La ministra de Salud de Venezuela, Luisana Melo, indicó a finales del mes pasado que las autoridades no tienen registrado ningún caso de malformación congénita como la microcefalia, que hace que el bebé de una madre contagiada con zika nazca con la cabeza más pequeña de lo normal.

Al respecto, el médico William Sánchez, profesor de obstetricia y ginecología de la escuela de medicina de la Universidad Central de Venezuela, afirmó que considerando el período en el que ingresó el virus al país es posible que se puedan ver casos de microcefalia entre julio y septiembre de 2015.

Sánchez indicó que hay reportes de «alrededor de diez casos» de embarazadas en el país que se están siguiendo para determinar el posible riesgo de microcefalia.

El virus también se ha relacionado con un aumento en el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno poco común del sistema inmune que ataca al sistema nervioso al causar parálisis temporal y que, en algunos casos, puede ser fatal.

La ministra Melo reportó a finales de enero que habían 255 casos del Síndrome de Guillain-Barré. El registro no ha sido actualizado en los últimos días pero las cifras oficiales generaron inquietud en la comunidad médica debido a que se consideraron muy altas y alimentaron las dudas que existen sobre los registros oficiales con relación al zika.

El ex ministro de Salud, José Félix Oletta, dice que normalmente se espera que se tengan 30 o 40 casos de Guillain Barré al mes y cree que esta cifra de 255 demuestra que la ministra tiene incorrecta la cifra total de enfermos de zika. Oletta cree que la cifra es mucho más alta.

La escasez de medicamentos en Venezuela podría fácilmente aumentar la tasa de mortalidad de casos de Guillian Barré, que es del 5% en países desarrollados.

Nihara Ramos, una ama de casa de 43 años, aún llora al recordar lo que pasó junto a su madre Nancy Pino, que murió el mes pasado tras contraer el síndrome de Guillain-Barré, que presentó días después de sufrir erupciones en la piel y dolores en el cuerpo, y que sus familiares asociaron al zika, pero que no fue comprobado por los médicos.

Angustiantes momentos vivieron Ramos y su familia al buscar el medicamento de inmunoglobulina, indicado para tratar el síndrome que causa parálisis, que Pino no pudo recibir debido a la escasez del producto.

«Nosotros nos desesperamos porque no conseguimos a nadie que lo vendiera o nos lo donara (la inmunoglobulina)», dijo Ramos. «Nosotros fuimos al palacio presidencial a pedir ayuda, y fuimos, entre llantos, al servicio estatal que elabora medicamentos».

Aunque los pacientes, médicos y dirigentes empresariales del sector farmacéutico denunciaron las graves deficiencias en el abastecimiento de medicamentos, el presidente Nicolás Maduro dijo recientemente que a Venezuela llegó un «lote especial, suficiente y extraordinario de medicinas para combatir el zika».

Pero no ofreció detalles.

«La situación de medicamentos en el país es grave, es la más grave que yo conozco», dijo el infectólogo Castro al reconocer que la situación de deterioro del sistema de salud «afecta negativamente» la epidemia del zika.

A los problemas de falta de medicinas se suma la escasez de reactivos para detectar el virus, indicó la médica Rodmar Rodríguez, Jefa de la Dirección de Salud de la alcaldía opositora del municipio capitalino de Sucre.

Rodríguez explicó que los médicos venezolanos están realizando un diagnóstico «básicamente clínico» para determinar los casos sospechosos de zika porque en el mercado de laboratorios y hospitales «no hay esa disponibilidad (de reactivos) que quisiéramos que la hubiese para hacer un diagnóstico definitivo».

«Es como volar por instrumentos», señaló la pediatra Carolina Mirabal, al explicar que ante la falta de reactivos los galenos venezolanos tienen que recurrir a su experiencia y conocimientos para diagnosticar clínicamente los casos zika a través de los síntomas tales como fiebre leve, conjuntivitis, erupciones en la piel y malestar general.

Agregó que en algunos casos se ordenan pruebas hematológicas para descartar que no sea dengue o chikungunya, y tener una mayor certeza de que es un caso sospechoso de zika.

Sin embargo, Castro explicó que en el caso de las epidemias de grandes magnitudes la capacidad real de hacer las pruebas es «muy estrecha», y es por ello que se recomienda que los estudios se hagan al principio de la epidemia, luego para confirmar que el virus está circulando, y al final para determinar cuándo se va.

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