Es obvio que ya en Venezuela la mayor parte de la población tiene plena conciencia de lo que es un sicario. También es del dominio público el tipo de crimen que comete un delincuente de tal calaña. De todos modos vale la pena recordar que un monstruo de esa naturaleza siempre recibe un pago en dinero o prebendas de cualquier índole, para asesinar.
En síntesis, esa plaga del terror cumple, por encargo tarifado, el sucio trabajo del sicariato. Este flagelo se ha extendido como epidemia a lo largo y ancho de la nación. Es una de las calamidades que ha parido el oscuro proceder de eso que algunos llaman “revolución”. Y en efecto, se trata de la revolución del hambre, del desabastecimiento, de la mentira, de la violencia en su máxima expresión, del cinismo, de la corrupción y del desconocimiento al orden constitucional; para señalar únicamente algunas de las calamidades emblemáticas que ha generado el régimen.
Es tan grave la proliferación del sicariato que el término se puede utilizar en sentido figurado para calificar determinadas conductas delictivas de quienes, investidos de autoridades de alto rango, aprovechan su posición, el privilegio del que disponen y de los recursos del Estado, le desgracian la vida a cualquiera que piense distinto a la cúpula política que ha monopolizado el poder de la nación.
Este fenómeno, que habla elocuentemente de la crisis moral que ha hecho retroceder un siglo a Venezuela, también se está arraigando en otros países de la región; y además sus tentáculos se han alargado hasta los débiles estamentos actuales de los respectivos sistemas de justicia. Sin duda alguna, dicho delito, practicado a nivel de los tribunales de cualquier país, es el crimen más ominoso de todos los tiempos. Se le denomina sicariato judicial y es un arma mortal para la democracia y la libertad.
El sicariato judicial hace nula la norma constitucional de una nación; porque pone la justicia al servicio de los más oscuros y sucios intereses, para humillar y someter pueblos e instituciones y atornillar dictadores en el poder. Detectar esta desgracia es muy fácil. Haga usted, amigo lector, un breve ejercicio mental y se sorprenderá del macabro plan que se esconde detrás de un sicariato judicial.
@UrdanetaAguirre