Si hay algo con lo cual el país entero, (me tomo la licencia de hablar por quienes creen en la posibilidad de salir de la crisis) debe abocarse desde ya para comenzar a sentar las bases de una cultura distinta al modo de ser rentista acendrado en la mentalidad de muchos venezolanos, es el desprecio y subestimación con la cual se descalifican las ideas y propuestas, sin previo análisis y con alta dosis de ignorancia.
Basta observar lo que ocurre con la tesis de la agricultura urbana y el tratamiento del liderazgo político emergente. La vieja conseja de no opinar sobre lo que no sabe o desconoce, no está en sus cálculos. La pedagogía política como sinónimo de enseñanza o de virtud cívica que implicaría cultivar la humildad en el manejo o transmisión del conocimiento cede al imperativo de que es la imagen o el mensaje radial lo que importa. Venderse como un producto o servicio cualquiera, carente de calidad o de excelencia, desconociendo los efectos del engaño.
La acepción más generalizada entiende a la agricultura urbana como una modalidad o práctica basada en cultivo de plantas en las ciudades, contribuyendo a la soberanía alimentaria, debido a que incrementa la cantidad de alimentos disponibles para los habitantes. Incluye productos alimenticios tales como granos, hortalizas, hongos, frutas; y no alimenticios como plantas aromáticas, medicinales y ornamentales. Los espacios acondicionados pueden ser públicos, privados o residenciales, generalmente balcones, paredes, techos de edificios y calles públicas. En algunos países se amplía a la cría de animales y se desarrolla en los alrededores de la ciudad, denominándose periurbana. El autoconsumo y la calidad de vida priman.
El debate mundial acerca de las Ciudades Emergentes y Sostenibles, como tema de preocupación contemporánea, obviamente tiene en agenda permanente a la agricultura urbana. Para el 2050, la población mundial pasará de 6.700 millones a 9 mil millones, requiriendo con esto un aumento del 70% en la producción agrícola total para abastecer a la humanidad, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés).
Dicho organismo mundial, igualmente señala que actualmente más de 800 millones de personas están involucradas en agricultura urbana y periurbana. En América Latina, entre las ciudades con mayor auge están: Ciudad de México, Belo Horizonte, La Habana, Quito, Lima, Managua, Antigua, Alto Bolivia y Rosario. La tendencia actual en proyectos arquitectónicos contempla huertos de traspatio.
Entérense: paradójicamente, en el mundo 1.300 millones de toneladas de alimentos cada año se desechan, lo que ayudaría a erradicar el hambre de 800 millones de seres humanos. La afirmación y la acción de Banki- Moon, director de la ONU, es elocuente: En ocasión del pasado Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), ofreció una cena preparada con restos que normalmente se desperdician. El aperitivo lo denominó “ensalada de vertedero” y, según sus declaraciones, lo consideró “un pequeño ejemplo de solución sostenible” para erradicar el hambre mundial.
En nuestros predios, resulta interesante conocer la experiencia de “El Conuco Urbano”, adelantada desde el 2004, en la azotea del edificio donde vive y promocionada a través del sitio micondominio.com, por Elías Santana, promotor y defensor de la cultura vecinal. Su tenacidad, esfuerzo y optimismo, lo lleva a pensar que “Caracas podría ser una ciudad de techos rojos y azoteas verdes”.