“En el libro del mundo Dios escribe/con flores a los hombres/ y con cantos/les da luz y tinieblas/Después los va borrando: guerreros, príncipes/ con tinta negra los revierte/ a la sombra/No somos reyes: /somos fulgores en un libro de estampas”, nos dice José E. Pacheco aludiendo al instante humano. Pero la verdadera poesía, tiene variadas resonancias como la de preguntarse que quedará vigente de lo que ahora percibimos como utopía, -la justicia social- tan necesaria pero hoy distante, dado el empeño de quienes la enarbolaron como causa mientras destruían el país que habría de ser de y para todos.
Siempre se afirmó, incluso por quienes creen que la caridad no sustituye la justicia social, que el mérito primordial de Chávez, fue el de visibilizar las grandes diferencias sociales cuya desigualdad es incongruente con los principios democráticos. Podríamos añadir que también sacó a flote los prejuicios de clase, religiosos, sexuales y raciales, amén de la “necesidad” de un mesías, que piense y haga lo que debemos pensar, hacer y decir todos. Rémoras que siguen atravesando hoy y permean el imaginario colectivo del complejo entramado cultural llamado Venezuela.
De otra manera no podemos explicarnos que persistan atrasadas maneras de pensar al Otro y a sí Mismo,como si pertenecieran a planetas distintos y en consecuencia merecieran distintos derechos. Formas de pensar que parecían desaparecidas una vez que Venezuela abandonó la economía agraria por la petrolera yse incorporara parcialmente a la modernidad, hecho al que contribuyeron nuestras universidades públicas,al convertirse en catalizadoras de los cambios sociales y del ascenso económico de las clases populares, convertidas a su vez en una poderosa clase media profesional.
Caracterizadas por su prestigio y academicismo,abiertas al pensamiento universal, incorporaron el talento de inmigrantes y exiliados políticos europeos y latinoamericanos, cuya participación estimuló la incorporación de nuevas disciplinas científicas y humanísticas en todas las carreras. Esto les permitió convertirseen las únicas de Latinoamérica cuya gratuidad de enseñanza estuvo al alcance de todos, venezolanos o extranjeros, que cumpliesen con los requisitos para su ingreso. Asunto que no bastaría para crear un sentido de pertenencia y compromiso con el país, ni con ellas mismas.
Algunos sectores de lagolpeada clase media de ayer y los “boliburgueses” de hoy, parecieran vivir en mundos paralelos y excluyentes que demuestran que un título no garantiza estar habitados por la universalidad del pensamiento.Tampoco en saber utilizar conocimientos científicos para ponerlos al servicio de un proyecto político, al que habrá que meterle lupa en dichas Casas de Estudio, por cuanto rebasó no sólo la corrupción anterior sino que acabó con la industria petrolera, vital en nuestra economía.
Las investigaciones en comunicación social les sirvieron para concebir un Ministerio de Información cuya función fue la desinformación, mediante la creación de matrices de opinión basadas en el engaño y la mentira consciente. No sólo establecieron la manipulación programada, sino que ejercieron un totalitarismo desinformativo, reforzado con la falta de calidad académica en las universidades oficiales, que de no haber existido internet y sus variadas formas de interacción, habrían hecho un daño mayor en la población más vulnerable, al impedirle tener acceso por otras vías a propuestas informativas alternas, que le permitieran explicarse, por ejemplo, las razones de la escasez de alimentos y la reversión económica actual.
Quién iba a creer, que el “proyecto chavista”, vociferador a los cuatro vientos de la vigencia de la justicia social, que hoy la patria, se reduce a anaqueles vacíos. Mucho menos que los enriquecidos jerarcas chavistas manden hoy a sus militantes a manifestar en contra de la Ley que les hará dueños de sus viviendas. El PSUV, quedará inscrito en la historia política del país por haber llamado a la gente a renunciar a sus derechos. No podría esperarse otra cosa de quienes hicieron florecer la privatización de colegios y universidades mientras ahogaron las públicas; las clínicas y seguros mientras colapsaron hospitales e hicieron de la delincuencia, un modo de vida.
El poema insiste: “En el libro del mundo Dios escribe/con flores a los hombres/ y con cantos/les da luz y tinieblas/Después los va borrando: guerreros, príncipes/ con tinta negra los revierte/ a la sombra/No somos reyes: /somos fulgores en un libro de estampas”