No es ocioso detenernos a analizar las causa de lo que es sin duda la peor crisis de los últimos tiempos de nuestra historia. Al contrario, resulta imperioso estudiar y debatir el tema de fondo, si queremos superar de verdad esta etapa ruinosa.
En 2010el presidente Chávez estaba embriagado de petrodólares luego del repunte de los precios del crudo venezolano subestimados presupuestariamente y represados convenientemente en un fondo de excedentes usado como caja chica del Gobierno sin ningún tipo de controles institucionales. Fue en ese contexto cuando el inventor del “Socialismo del Siglo 21” le declaró la guerra a la ganancia y a la plusvalía, comenzando así una nueva oleada de persecuciones, confiscaciones y regulaciones contra toda iniciativa económica privada. El hoy bautizado “comandante supremo” creyó haber reinventado el socialismo marxista decretando una economía sin ganancias basada solo en el valor de utilidad de los bienes y servicios, entendiendo este el que unilateralmente fije el Gobierno.
Lo que ningún filósofo chavista dijo en aquel momento es que ese capricho ideológico solo fue posible sostener gracias a la ganancia y plusvalía de nuestro petróleo en el mercado internacional. Así es, solo el capitalismo mundial pudo financiar el socialismo doméstico, pero por un rato nada más, ya que ante le previsible caída de los precios del petróleo se hizo imposible seguir sustituyendo la producción privada nacional por importaciones controladas ni mucho menos con la farsa de las improductivas empresas estatizadas. Ya los dólares del capitalismo internacional no dan para seguir sosteniendo el socialismo venezolano, así de simple. Y la historia, que suele ser irónica, colocó a Maduro en el rol de cualquier capitalista al tener que suplicar por todo el mundo un precio conveniente para su producto, fijando él mismo el precio justo del petróleo en cien dólares por barril. O sea, un precio con muchísima ganancia. Una cucharada de su propia medicina.
Tardaron 17 años en descubrir que no tiene sentido producir algo si no existe el incentivo del beneficio. Una cosa es redistribuir la riqueza, pero prohibir su generación solo iba a tener un resultado, la ruina del país. Toda empresa implica un riesgo y nadie arriesga nada sino a cambio de un beneficio esperado. El Gobierno no puede obligar a nadie a producir a pérdida, y así como ellos reclaman un precio beneficioso con suficiente ganancia para el petróleo, con esa misma lógica lo va a requerir toda iniciativa productiva. Lo que es bueno para el pavo, es bueno para la pava. Nunca existió el socialismo en Venezuela, fue todo una burbuja generada por el excedente sostenido de los preciso del petróleo. Fue rentismo rojo, puro y duro, ese del que ahora reniegan al ver las ollas vacías.
¿Qué hacer entonces? O esperamos que vuelvan algún día los precios “exhorbitantes” (término usado por Chávez en una de sus leyes habilitante) del petróleo venezolano mientras nos peleamos a muerte por el último kilo de harina, o abrimos la economía para comenzar una etapa de producción nacional. Hasta ahora el Gobierno sigue sin hacer nada, en medio de un discurso bipolar que intercambia amenazas a Mendoza con reuniones empresariales estériles. Es obvio que Maduro escogió la primera opción, así que quienes creamos que la salvación del país pasa por la segunda alternativa, no nos queda otra que procurar el cambio de Gobierno cuanto antes por vías constitucionales. Aprobemos la enmienda y rescatemos el país.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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