“Antes si no se salía en carnaval al menos se descansaba”, decían las personas que desde la noche del día lunes se acercaron a diversos establecimientos comerciales para adquirir alimentos a precios regulados.
La gente este año sustituyó sus días de diversión y descanso por una fila que se hace eterna. Anteriormente era una lancha que tomaban a primera hora para ir a la playa, ahora toman un bus para ir a broncearse en el destino más visitado por los venezolanos hoy en día: las colas.
“Hemos tenido que dejar a los niños en la casa viendo televisión y uno se viene a hacer cola, ya no hay salidas, no se puede con los altos precios, por eso uno tiene que salir a comprar lo más económico que se pueda”, afirmó Zuleyma Amaro, quien desde las 6 de la mañana estaba de pie llevando sol para poder comprar jabón, pasta y arroz.
Los comentarios escuchados es que la calidad de vida del venezolano se acabó, pues se tuvo que dejar aquellos pequeños gustos que anteriormente se podían tener para buscar los productos de la cesta básica. “Lo poco que se tiene hay que gastarlo en comida”, dijo un grupo de personas.
“Ahora la vida social que uno tiene es la cola, ahí es donde se habla y uno conoce gente, ya no se puede ir a otro lado”, comentó Virginia Arcaya.
Las colas que se ven día a día era algo inesperado para estas madres de familia, quienes aseguraron que nunca se había llegado a una situación tan precaria como la que se vive.
Los más pequeños también sufren las consecuencias, pues han debido quedarse en casa, en algunos casos los padres llenan una piscina para que se diviertan, sin embargo se ha perdido el espíritu de lo que era anteriormente.
“En la cola no se distingue de sexo, edad, ni tinte político, aquí todas las personas pasamos horas para poder comprar cosas básicas”, afirmó Yenny Colmenares, asimismo aseguró que “no le da el gusto a los bachaqueros”, por lo que se ve obligada a hacer cola constantemente.
Ya para algunos llegó a ser una rutina despertarse temprano para intentar comprar lo necesario para sobrevivir, los gustos se olvidaron y si es día libre o no también.
No solo madres de familia, los padres han tenido que abandonar sus puestos de trabajo y hasta los abuelos deben pasar por la odisea que significa adquirir un producto de primera necesidad a precio regulado.