Definitivamente el carnaval es de origen pagano. Y lo pagano es contrapuesto a lo divino. Quien se sumerge en el paganismo se aparta de Dios, eso es una verdad del tamaño del cielo. Los pueblos paganos deificaban al sol, la luna, las estrellas, el fuego, el agua, la tierra, ciertos animales y aves, así como a señores mitológicos, como Apolo, Júpiter, Venus, etc. El carnaval es entonces, la puerta ancha por donde se entra al paganismo. Cuando se acercan estas fiestas, la gente olvida su origen, por cuanto anhelan diversión, éxtasis y distracción. Lamentablemente cambian la razón del deber ser, por la pasión y el desenfreno. Según algunos historiadores, los orígenes de las fiestas de carnaval se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto. Celebraciones similares se realizan en la época del Imperio Romano, así se difundió por toda Europa y fueron traídas a América por los navegantes españoles y portugueses que nos colonizaron a partir del siglo XV.
Lo relacionan con una tradición antigua de la mitología egipcia, basada en el ciclo de los placeres entre Isis y Osiris. Pero, la hipótesis más aceptada es la que atribuye el principio del carnaval al mundo romano; en la cual había libertinaje y excesos. Es posible establecer similitudes entre el carnaval y las Bacanalias, fiestas en honor a Baco, en las que los partícipes se entregaban a largas orgías, por allá en el año 186 A. de C.
Hoy, las características de estas fiestas no han cambiado mucho. Y la falta de conocimiento y orientación acerca de ello, atrae a las personas como imán a una aguja. Lo más triste de esto, es que casi, la misma multitud de cristianos y creyentes de Dios que siguieron reverentemente sus respectivas imágenes recientemente, en señal de adoración religiosa, hoy, igual participan entusiastamente en esta “diversión”, exponiendo a daños físicos, sicológicos, morales y espirituales a toda la familia. Tal vez se dejan guiar por opiniones como la del periodista Ramiro Prudencio Lizón, del diario La Razón de Bolivia, que dice “Al contrario de lo que se cree comúnmente, el Carnaval es una festividad eminentemente cristiana y contenía un profundo sentido teológico”. ¡Por favor! Pudiera tener un sentido religioso, pero jamás ni nunca cristiano. Por ello, me uno al alcalde de la ciudad de Barquisimeto Alfredo Ramos, cuando decide no exaltar este tipo de actividad para sus ciudadanos.
Entendemos la necesidad de descansar o distraerse del ciudadano común y del cristiano, pero, quienes creemos en Dios, debemos hacer esfuerzos para serle fiel en todo momento y circunstancias. Si algo le agradaría a DIOS, es que Ud. en vez de enmascarar a sus hijos y unirse a una comparsa como esa, aprovechara esos días de asueto y visitara un parque, llevarse algo de comer, un buen libro, un papagayo y pasar el día con su familia, sin alcohol. Los niños entonces aprenderían a valorar más el núcleo familiar, que tanta falta hace a los adultos en la actualidad. Si puede, vaya al río, a la montaña o si prefiere consiga una piscina y llénela en el solar de su casa. Siempre sin alcohol, si le es posible. Haga una comida y quédese con los suyos. Apártelos de esa horrible celebración y verá que bien la pasa. Así, Dios le va a bendecir grandemente. Hasta el próximo martes Dios mediante.
William Amaro Gutiérrez
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