Vocación kamikase

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La oligarquía socialista en el poder es imperturbable, no hay un escándalo que la conmueva en su marcha triunfal hacia el «autosuicidio» político.

La más reciente celebración de unos presos disparando al aire todo su arsenal de guerra en una cárcel margariteña “haciendo los honores” al pran de turno caído y que las autoridades no hayan dicho ni pío dan la medida de su inmovilismo. Otro dato terrorífico tiene que ver con la corrupción oceánica convirtiendo a la que existió en la denostada IV República en una añoranza. El desfalco a la nación ha sido inmisericorde.

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No hay duda que el efecto postelectoral del 6D aún los tiene desorientados y diseminados dentro de sus propias filas haciendo aguas el barco por todos sus costados y respirando temblorosos una decadencia que se niegan a reconocer pero que todos los signos de la misma son inapelables. Hastiados de un idilio ejerciendo un poder sin controles y contrapesos e increpando hipócritamente a la Constitución como coartada, siempre jugaron en posición adelantada a sabiendas que a los árbitros institucionales fundamentales los habían sobornado: Consejo Nacional Electoral, Tribunal Supremo de Justicia, Asamblea Nacional y Poder Moral.

Se creyeron impunes y eternos, sólo que la realidad y sus distorsiones, producto de una crisis sistémica fundamentada en la propia incapacidad revolucionaria, les explotó en la cara produciendo una onda expansiva que hace temblar los cimientos, ya de por sí precarios, de la estabilidad nacional en todos sus ámbitos. El 6D fue producto de una rebelión cívica masiva inesperada. El cansancio y la desesperanza de los ciudadanos fue el motor de esa jornada electoral histórica que el chavismo sigue sin procesar.

Que el nuevo parlamento tenga autonomía y una voz contraria a las órdenes que daba Miraflores ha puesto a temblar a los rojos nacionales. Los ministros del gabinete y representantes de instituciones claves como el BCV desacatan las comparecencias e interpelaciones que exige la Constitución. El TSJ tiembla por la remoción de sus jueces más conspicuos cansados de retar a las propias leyes que dicen resguardar con el brazalete del PSUV. Las “habilitantes” abusivas ya fueron desterradas con la negación de la más reciente “Ley de Emergencia Económica”; y que en los espacios de la nueva asamblea se haya permitido la comparecencia de todos los medios de comunicación social haciendo visible el debate plural de los grandes problemas nacionales es una conquista que apunta a la restitución plena de la Democracia. Clave en todo éste proceso será la promulgación de la Ley de Amnistía para liberar a todos los presos políticos y de conciencia.

Ante ésta vuelta de tuerca el régimen propone volver a los conucos urbanos para resolver la grave crisis alimentaria que produjo y se hace el loco en estrechar los mínimos acuerdos con el sector opositor que le garantizaría un pacto de nación para enfrentar con alguna posibilidad de éxito la caída del petróleo y sus propios deslices. La “guerra de poderes” que atiza el régimen atrincherándose ahora en el TSJ es una estratagema que le seguirá debilitando irremediablemente.

Como los kamikazes japoneses en el Océano Pacífico, no tienen reparos en hundir al avión que hoy pilotean sin destreza (Venezuela). Teniéndolo “todo” lo están perdiendo todo, y con ello, terminarán sacrificando los sueños de millones, y su legado, estará asociado a la vergüenza histórica.

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