“El diálogo en la búsqueda de la paz, es lo más lejos que jamás se haya llegado en el camino para poner fin a nuestra guerra” (Juan Manuel Santos)
El mundo es el escenario en el que la historia se encarga de hacer el papel de narrador de los acontecimientos, a nosotros como sus autores corresponde el trabajo de crear y desarrollar nuestro propio papel. Cada uno forja su propia historia dentro de las circunstancias que le rodean.
La paz es aquello por lo que se debe luchar sin descanso; lograrla amerita responsabilidad, esfuerzo, unión, voluntad, vocación, constancia etc. Es ella la que nos impulsa a llevar la mirada más allá del vasto horizonte que significa la esperanza.
Todo lo que se haga por lograr la paz de una nación es poco en comparación con el beneficio que significa tenerla. Ningún gobernante puede rendirse ni abandonar las maltrechas esperanzas de un pueblo cansado de sufrir, el que a pesar de su gran miedo está dispuesto a apoyarlo y a confiar en él para enfrentar lo que sea hasta lograrla. La indiferencia o guardar silencio ante la violencia es mortal, se necesitan voces que dialoguen, y para dialogar hay que escucharse, no puede ser un monólogo que lleve a encontrar los caminos de la paz.
La historia juzga el pasado, nada deja al olvido, recordarla es evitar cometer los mismos errores del ayer. Colombia lleva demasiado tiempo padeciendo el furor, la incongruencia y lo inútil del flagelo llamado violencia.
En medio del terror, surgió un líder que quiso buscar solución a los conflictos del momento. Jorge Eliécer Gaitán líder del partido liberal, abogado penalista de verbo exaltante, luchador incansable capaz de atraer las masas que frenéticas le aplaudían y cuyas posibilidades de llegar a la presidencia eran de grandes proporciones.
Siendo Ospina Pérez el presidente del momento, la violencia entre liberales y conservadores empeoró de forma alarmante, igual los enfrentamientos, persecuciones, asesinatos y la destrucción de la propiedad privada, factores que arreciaron la fratricida e injustificable violencia política a lo largo y ancho de la nación.
Ante la crisis de violencia que envolvía al país, Gaitán quiso buscar la reconciliación de todos. Así en una ocasión dijo el líder al presidente Ospina Pérez: “Señor presidente: Nosotros no somos cobardes: Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este piso sagrado. Esté usted seguro de que seremos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la tranquilidad, la paz y la libertad de Colombia”
Era la 1 de la tarde del 9 de abril de 1948, Gaitán salía de su oficina para ir a almorzar con unos amigos; aún no había traspasado el portón del edifico cuando recibió tres tiros de manos de un asesino que aunque corrió fue detenido por los policías, quienes no pudieron evitar que la furia y dolor del pueblo lo masacraran. Luego de los graves hechos acaecidos, el asesinato del líder fue el detonante que hizo estallar el odio de los partidos Conservador y Liberal. A la enorme violencia desatada de ese día se le llamó El Bogotazo. Se incendiaron tranvías, iglesias y edificaciones importantes, hubo saqueos y muchos muertos.
La muerte de Gaitán produjo grandes efectos sobre la vida nacional subsiguiente. La revuelta del 9 de Abril del 48 dejó una gran huella en la historia de Colombia y en el corazón del pueblo; fue el comienzo de la peor violencia, también el inicio de la insurgencia guerrillera.
¡No más violencia, no más FARC!