El sueño de la razón engendra monstruos

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Los humanos desde siempre nos hemos preguntado el qué, el por qué y el cuándo, el dónde y el cómo de las cosas.

Las respuestas a esas preguntas eran y siguen siendo esenciales para asegurar la supervivencia de la sociedad: mientras más ciertas sean las respuestas, más capacitados estaremos para resolver los muchísimos problemas que desde siempre hemos enfrentado; se trata de tener una buena concordancia entre el mundo, tal como funciona, y la explicación que tengamos de su modo de funcionar. En otras palabras, de disponer de una teoría capaz de dar cuenta lo mejor posible de los asuntos que importan. No es lo mismo explicar una diarrea infantil como un asunto de gérmenes, aguas contaminadas y medicinas específicas, que explicarlas como un caso de mal de ojo, para lo cual recurriremos a un brujo. La primera explicación salva vidas, la segunda las condena.

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El problema está en que las buenas y malas explicaciones con frecuencia coexisten y no es fácil distinguir entre una y otra. La escogencia puede ser fuertemente influida por la ideología de un líder social y político convencido de que él tiene la fórmula para resolver los problemas. Y persuade a muchos que no pueden, por ignorancia y credulidad, analizar si las relaciones entre causas y efectos que propone el líder son correctas: a sus seguidores les es suficiente con sentir que tiene la verdad y la razón. De esto hay muchos ejemplos:

“Los estantes de los supermercados están vacíos porque las neveras están llenas”, “La gente hace cola porque tienen dinero para comprar”, “Los jóvenes venezolanos emigran al exterior porque el imperialismo se los roba”, “La inseguridad es una percepción inducida por los medios de comunicación”, “La escasez de medicinas es provocada por el consumo irracional”, “No es bueno que los pobres estudien mucho porque si progresan se vuelven escuálidos”, “La inflación no existe”, “En Venezuela no hacen falta más medios de comunicación”.

Este divorcio con la realidad ocasionalmente se ha presentado como epidemias masivas y agudas. Ocurrió, por ejemplo, en la Alemania nazi, en la Unión Soviética y en China, en tiempos de la revolución cultural de Mao. En todos los casos se trata de casos de histeria colectiva combinada con ideologías políticas que no solo deforman la visión de la realidad, sino que incluso la falsean totalmente.

Cuando en el ejercicio del gobierno se utilizan teorías y visiones divorciadas de la realidad, el resultado es un desastre total y muchos son los que sufren. El sueño de la razón engendra monstruos, decía Goya, es decir, engendra errores, desastres y gente monstruosa que los comete. Y eso es lo que estamos viendo.

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