Este 2016 se vislumbra más interesante de lo que los incrédulos puedan pensar aunque para el gobierno nada ha cambiado. Por el contrario, a su entender, lo ocurrido no obedece a que seamos el país más depauperado del mundo; ni que tengamos la inflación más elevada o que el desabastecimiento llegue a niveles inaguantables; menos que seamos el país más inseguro del continente; ni que tengamos más muertes violentas que las registradas en el Medio Oriente o en países africanos con cruentas conflagraciones.
Tampoco porque los ciudadanos se hayan cansado de ver cómo en estos 17 años quienes llegaron con unos votos de pobreza y dispuestos a reivindicar a los menos favorecidos, una especie de Robin Hood criollos, terminaron con inmensas fortunas, muchos vehículos blindados, más escoltas y guardaespaldas que un artista y disfrutando de una viajadera con la excusa de representar los intereses del país, aunque esto siempre ocurra en los centros comerciales de Las Vegas, Orlando, Nueva York o París.
Al aprendiz de dictador, y lo digo porque en los dos últimos años ha sido habilitado para legislar por decreto, le dio por promulgar leyes como un trastornado, anunció con bombos y platillos un cambio de gabinete que terminó en la misma miasma y además entregó bienes de la nación a una fundación que nadie sabe de dónde sacarán los recursos para su funcionamiento a menos que sean con donativos venidos desde Nueva York, y no me refiero a los sobrinos detenidos por conspirar para introducir drogas en los Estados Unidos sino por los aportes del embajador o de la embajadora adjunta ante la ONU (antes de que les embarguen) o de artistas como Sean Penn que siempre encuentra a un capo que le financie.
Mucha tarea pendiente
Igual le ocurrió al otrora “hombre fuerte del partido”, “al chivo que más miccionaba” y “al que controlaba el estamento militar porque su promoción eran generales”, acostumbrado a ser showman y que las cámaras lo siguieran a todas partes, terminó como excéntrico cancerbero de la Asamblea donde hizo pataletas para disfrutar, por un minuto, de la fama perdida.
Gracias a la participación cívica y ciudadana el Palacio Federal Legislativo puede retomar su verdadero rol, su nombre, su dignidad y dejar de ser la casa de lenocinio en que la convirtió su anterior administrador. Nadie vería con buenos ojos que se hicieran la vista gorda o que el Parlamento actúe gatopardianamente, cuando por el contrario le abrieron las puertas para cambiar lo que estaba, en buen criollo, choreto.
Se deben revisar las leyes anticonstitucionales que implementó la revolución en todos estos años de desvergüenza; se requiere que se establezcan controles a quienes en funciones de gobierno han hecho lo que les viniera en gana y han actuado con total impudicia e impunidad; que los poderes públicos que conformó el chavismo se comporten con letras mayúsculas y que se reconstruya el Estado, la República y, eso que tanto mientan que es más que unos costosos e inútiles pendones de un expresidente, la Patria.
Ahora la oposición tiene que actuar con pasos firmes, fuertes y constantes para reconstruir al país, trabajar para que los demás poderes (en manos de los delicados y tiernos castrochavista) empiecen a actuar dentro de los límites de la Constitución o reemplazarlos como ella misma lo establece porque tienen muchos años actuando como una manada de elefantes en una cristalería llamada Venezuela.
Llueve… pero escampa