Lo acontecido en el penal de San Antonio, de Porlamar, donde los delincuentes sacaron a relucir sus potentes armas de fuego para rendirle homenaje a uno de los más peligrosos pranes de la isla de Margarita, ha mostrado el rostro de lo que todos sabíamos que existía en el sistema carcelario venezolano.
Al expresar su punto de vista sobre esta situación, el Dr. Fermín Mármol García, criminólogo, especialista en materia penal y profesor universitario, recuerda que el Dr. Elio Gómez Grillo afirmó en sus estudios que las cárceles eran universidades del crimen.
Ahora las cárceles están en manos del “pranato” y son muy escasos los reclusos que salen para reinsertarse en la sociedad.
Desde los penales se ordenan los secuestros, la trata de blancas, sicariatos, extorsiones y asaltos; pero, nadie hace nada absolutamente por acabar con esos delitos por parte de los reclusos.
Al mismo tiempo, los centros de reclusión son máquinas violadoras de los Derechos Humanosd.
Desde 1999 hasta finales del año 2015, en lo que se ha llamado la revolución bolivariana, han sido asesinados más de 7 mil privados de libertad en las cárceles venezolanas.
Si el Estado venezolano ha sido poco eficiente para proteger la vida de quienes se encuentran en los centros de reclusión, ¿qué se puede esperar para los ciudadanos que deben todos los días salir a la calle?, se preguntó el Dr. Fermín Mármol García.
El gobierno se ha empeñado en violar la Constitución, la misma de la cual hablan tanto como si fueran sus fieles cumplidores.
Taxativamente ordena el texto constitucional que el sistema penitenciario tiene que ser descentralizado y, en tal sentido, tienen que estar bajo el mandato de gobernaciones e inclusive, alcaldías.
Pero, todo lo contrario ha hecho el gobierno, por cuanto ha centralizado ese sistema y si antes, en lo que se ha llamado la cuarta república, en las cárceles los presos tenían chuzos y chopos hechos rudimentariamente, o algún que otro revólver; ahora, en la quinta república, lo que se ve claramente en los videos difundidos por los propios reclusos son fusiles de asalto, artefactos explosivos como granadas, pistolas automáticas con peines y, en general, armas de guerra que lucen a todas horas los pranes.
Si uno pregunta cuántas nuevas cárceles han sido hechas en base a la clasificación de los reclusos, no encuentra respuesta.
No ha habido clasificación de los presos de acuerdo al tipo delictual.
No hay suficientes cárceles como lo prueba el hecho de que el hacinamiento supera el 200 por ciento.
Tampoco hay controles en tres renglones fundamentales para garantizar el buen funcionamiento de los penales:
-Eliminar las armas de fuego.
-Impedir el dinero en efectivo en los lugares que ocupan los reclusos.
-Obstruir las comunicaciones desde los penales a la calle.
Preguntamos: ¿por qué el gobierno no ha querido colocar sistemas bloqueadores e inhibidores de llamadas telefónicas y datas de Internet en los penales? No hay respuesta.
Igualmente hay un silencio sepulcral cuando se pregunta por qué no descentralizan el sistema penitenciario.
En este mismo aspecto preguntamos:¿ por qué no se llega a convenios con el sector privado para que haga buenas cárceles y se emula lo que hicieron en República Dominicana en la última década?
Ante un gobierno que piensa tener las soluciones, no se puede hacer nada para que la situación cambie.
Claramente, no hay manera de coadyuvar a la solución de un problema muy grave, que cada día se profundiza más.
Lo peor es que el pranato ha hecho de las cárceles una industria, donde mucha gente se beneficia del negocio.
Y lo más preocupante es que está dañando el tejido social, porque la cultura carcelaria está invadiendo a la población: la pernoctación judicial, la visita de muchachas de los barrios a los penales los días jueves, viernes y sábados para parrandas y bailantas.