De muchacho aprendí a jugar trompo. El profesor fue otro muchacho maracucho y como tal enrollaba su trompo con un curricán, que no es otra cosa para los larenses y mayoría de venezolanos lo que llamamos guaral. Él era un experto en enrollar el guaral y hacer bailar su trompo, mas a los aprendices en un alto porcentaje o no nos bailaba o simplemente lo tirábamos a la tierra como una masa inerte y él manifestaba: «Están enrollando el trompo al revés».
Pues bien, viene a colación en estos momentos cuando oigo y observo a una máxima autoridad en lo político, manifestando que él tiene en su casa en la capital 50 gallinas y dos gallos, como ejemplo a seguir para producir huevos y producir alimentación a nivel nacional. Esto no es otra cosa que enrollar el trompo al revés, comencemos por preguntar: ¿Habrá cumplido esa máxima autoridad toda la solicitud de permisología establecida en las leyes, decretos, resoluciones, ordenanzas rurales y urbanas, acuerdos de consejos comunales, normas de convivencia de juntas de condominio y pare de contar, para realizar dicha actividad?
Como esa máxima autoridad es la que tiene la potestad de eliminar todo ese ordenamiento jurídico a Dios gracias, nos permite a todos los venezolanos hacer lo que nos viene en gana. Es algo como establecer una cochinera en un área del edificio residencial para alimentarlos con los desperdicios de las comidas de los hogares, sembrar marihuana en el área de jardinería de una residencia para utilizarla como planta medicinal, comercializar plaguicidas, insecticidas, fungicidas, fertilizantes y muchos otros productos que hoy son controlados por ordenamiento jurídico. Hay que eliminar esa cantidad de instituciones como: Ministerio de Sanidad, Ministerio del Ambiente, organismos de seguridad que solicitan guías de traslado de todos estos productos agrícolas y pecuarios y, sobretodo, no valen la pena los consejos para el control de toda esa cantidad de riesgos que se corre con animales y vegetales que de una u otra forma son posibles riesgos para la salud en general.
Qué bien que tenemos una autoridad para incentivar la producción agrícola y pecuaria urbana, que no pasa a ser otra cosa que alimentar mascotas, pero que económicamente no es rentable y como tal no satisfacen sino el ego personal. Sólo piensen como reflexión en positivo, para que no pierdan tanto dinero preguntándose: ¿dónde y a qué precio compró el alimento para esos dos gallos y esas 50 gallinas?, ¿dónde y a qué precio consiguió la medicina para el control de las enfermedades de esos plumíferos que por allá en el caserío un muchacho que llamábamos Chulina decía “que eran cincuenta gallinas vacunas porque estaban vacunadas”?
Hay que retroceder a los tiempos de las cochineras en Tacagua, y en otras partes alrededor de las ciudades, que casi estoy seguro tampoco van a satisfacer las necesidades de alimentación en ese rubro a los venezolanos, mas es necesario complacer mentes distorsionadas que en ningún momento interpretan el sentido de Gandhi: “La felicidad se tiene no aumentando las necesidades sino reduciéndolas”, y oportuno es reconocer la cantidad de necesidades que estamos aumentando, la compra de alimentos para criar babos y poder consumir cola de babos, la cantidad de agua sin tratamiento de ningún tipo para regar la producción de cebolla, tomate, pimentón y otras verduras y legumbres en jardineras de edificios y casas residenciales, la cantidad de aguas sin tratamiento para llenar piscinas para que el ministro de la Pesca observe el tratamiento de los salmones venezolanos y hacer de este país un competidor con Chile.
No quiero extenderme más de tal manera que veamos una realidad, la agricultura y la ganadería es rentable y satisface las necesidades de la población cuando se planifica en grande, que no es otra cosa que “zapatero a su zapato”, el campesino a producir en el campo lo que es propio del campo, y el de la ciudad a vivir como se vive en la ciudad y trabajar como se trabaja en la ciudad y no enrollar el trompo al revés.
Unidos todos por el éxito y el crecimiento de la familia Ganadera (Fedenaga).