Rafael Caldera

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El domingo pasado, 24 de enero, se cumplió el primer centenario del nacimiento del ex presidente Rafael Caldera. Figura pública de primerísima importancia en la historia del siglo XX venezolano. Y como no hay figura pública cuyos actos no sean controvertidos, los de Caldera también lo fueron y lo siguen siendo. Virtudes y defectos, me robo la expresión de Ramón Guillermo Aveledo, fue su vida, como la de todo ser humano, pero no tengo duda que en la vida de Caldera predominaron las virtudes. A sus actos en la vida política, recalco con aciertos y errores, deben sumarse sus condiciones de figura intelectual de gran altura, con un reconocimiento nacional e internacional que debe ser orgullo para todo venezolano. Caldera recibió doctorados honoris causa de innumerables universidades del mundo, desde mucho antes de ser presidente de Venezuela y también los recibió de universidades venezolanas desde antes y después de su ejercicio presidencial.

Caldera fue dos veces presidente de Venezuela por elección popular. Creador de un gran movimiento político de masas, el partido socialcristiano Copei, que él condujo siempre como su figura estelar, aún después de su retiro de ese partido que hoy lo recuerda como su fundador y líder máximo.Pero antes de ser dirigente político, Caldera fue profesor universitario, académico de la lengua, escritor, insigne bellista, su biografía de don Andrés Bello es una de las mejores escritas, quizás la mejor y más documentada. Son innumerables las obras escritas por Caldera. Ensayos políticos, columnas periodísticas, discursos y obras jurídicas en el campo donde se destacó, el Derecho del Trabajo y la Sociología Jurídica. Redactor de la primera Ley del Trabajo en 1936. Recuerdo haber leído hace muchos años ya, Moldes para la Fragua, La Hora de Emaús, Especificidad de la Democracia Cristiana, La Justicia Social Internacional. Rafael Caldera fue el gran artífice del Pacto de Punto Fijo, firmado en su casa de habitación el 31 de octubre de 1958, que se llamaba así: Punto Fijo, vivienda que más adelante vendió para construir Tinajero. Corredactor de la Constitución Nacional de 1961, la de más larga vigencia en el país. En su primer gobierno logró, con su política de pacificación, la incorporación a la vida institucional, de quienes estaban en la lucha armada.

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Fue hombre de fe, de Iglesia y de Patria. Sinceramente católico. Padre de familia ejemplar, de una vida intachable, honesto, salió de su casa a La Casona, las dos veces que fue presidente y las dos veces volvió a su misma casa, Tinajero, donde murió en 2009. El Vaticano lo honró como orador principal, durante el centenario de la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII en 1991. Caldera promovió y corredactó el último Concordato celebrado entre la Santa Sede y el estado venezolano en 1964. Caldera ha recibido agrias críticas por haber sobreseído la causa de Chávez en 1994, medida que adopta sólo un presidente demócrata. Un dictador nunca perdona. Y Caldera fue un demócrata auténtico.

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