Manuel Gómez en la memoria cabudareña

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En este nuevo aniversario de Cabudare, es de justicia honrar a sus hijos preclaros, quienes nos legaron un pueblo pujante que hoy se inscribe en la historia contemporánea como uno de los sitios de mayor crecimiento demográfico y un lugar de interés para desarrollar actividades diversas. En fin, a ellos les debemos un Cabudare próspero.

Pero precisamente hablar de Cabudare, es mencionar sus cimientos económicos y productivos, remontándonos a aquellos años del siglo pasado en aquel paraje en donde se producía cacao, maíz y más tarde caña de azúcar.

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A principios de la centuria pasada, un grupo de hombres visionarios, nacidos en las labores del campo, divisaron en tierras palavecinenses, un futuro próspero: fundaron haciendas y construyeron centrales azucareros.

Hablo entonces de familias preclaras como los Yépez Gil y los Gil García, que se asentaron en el Valle del Turbio antes tierras dominadas por el Tirano Aguirre y posterior escenario de encuentros entre las tropas republicanas y realistas, una al mando del Libertador Simón Bolívar y la otra comandada por Francisco Oberto.

Pero quién fue nuestro personaje? A qué se dedicó en su tránsito vital? Por qué razón se estableció en los fértiles valles del Turbio? Pues esta historia fascinante, la cual ha esperado años para relatarse, es solo un abrebocas dada la magnitud ejemplar de nuestro biografiado.

Encontramos a don Manuel Gómez, taciturno, semitumbado en su hamaca. Murmuraba entonces sobre los destinos de Cabudare de seguir creciendo desproporcionadamente, “comiéndose” sus solares productivos, dando paso al concreto al tiempo que se derriban aquellos cimientos que situaron a Palavecino en uno de los primeros distritos productores de caña del país, que otrora fue referencia cacaotera compitiendo con los ricos valles de Aragua.

Sus ojos azulados, de mozo, cautivaron corazones. La tez blanca, su recia voz y sus conocimientos derivados de las inagotables lecturas, leatizaron una imagen de hombre sabio y poderoso, aunque ese último término era detestado para él, pues se definía como un hombre de campo, sencillo y bonachón.

Cabudareño de corazón

Don Manuel llegó a tierras cabudareñas proveniente de lares morandinos a la tierna edad de quince años. Había nacido en Humocaro Bajo, el 17 de junio de 1914. Recordaba con gratitud a Felicia Gómez, su progenitora, aunque contaba que su padre don Francisco ‘Paco’ Gil García, se lo entregó –muy pequeño y en adopción-, a una dama amiga de la familia, para “que lo criara bien”.

Eva Colmenárez, su adorada sobrina, que con devoción permaneció buena parte de sus mejores días junto a don Manuel, narra que ya zagaletón, se vino a fundar una hacienda productora de café que Don Paco había adquirido en el caserío Las Parchas, muy cerca de Sarare, que era jurisdicción palavecinense.

Advierte que él aprendió muy bien el negocio de cultivar el café, la variedad de las plantas y su cosecha, lo que lo llevó a ganarse rápidamente la estima de su padre, hombre recio “que no se le aguaba el ojo”.

A los dieciocho años, y luego de haber fortalecido Las Parchas, don Paco le propone emprender una nueva vida y fundar otra hacienda, esta vez en Cabudare, en los fértiles valles del Turbio, cambiando de café a cañamelar.

Sin dudar, Manuel acompañó a su padre en la nueva empresa y adquiriendo una generosa porción de tierra, superior a las doscientas hectáreas, a la que denominó Santa Elena, y que para la década del 50, su producción ascendió a unas 800 toneladas por zafra.

Con habilidad Manuel controló el mercado de la caña junto a otros hacendados de la zona, y como encargado y administrador de Santa Elena la ubicó en unos de los mejores predios del valle.

Manuel no solo conocía cada palmo delaindustria del cañamelar, sino que comprendía el arte del riego a través de bucos y canales, la proporción exacta de agua y el tiempo. Unahabilidad envidiable para un hombre que había cursado solo cuarto grado pero que dominaba la gramática y las matemáticas como cualquier catedrático o astrofísico.

La visita de cupido

Manuel jamás se imaginó que una tarde lluviosa lo visitaría Cupido, quien con su poderosa flecha, atravesó su corazón al momento de visitar a su primo, Domingo Guédez, propietario de una bomba de gasolina situada en la carretera hacia Yaritagua, sector El Carabalí.

Allí, en la tiendita de la gasolinera, Clara Aurora ‘Lola’ Díazlo miró firmemente al momento de ser presentados por Carmencita, compañera de Guedez. Más tarde, y cuando ya había nacido Anaida Pastora, Manuel le propuso matrimonio, acto que se consumó en noviembre de 1957.

Lola era natural de Baragua,estado Falcón, en donde nació el 14 de octubre del año 14. Fue una mujervirtuosa. Madre abnegada y esposa incondicional, que hizo suyo el refrán ‘Detrás de cada gran hombre, hay una mujer excepcional’.

Cuando juró amor eterno ante el juez, lo hizo una premisainmemorial: acompañó a don Manuel hasta su último suspiro ocurrido en Cabudareel 20 de noviembre de 2002. Lola le sobrevivió varios años, y pese al involuntario olvido que le agobiaba, con cada ocaso evocaba a Manuel rememorando sus mejores momentos junto a sus nietos Manuel Alejandro, Ana Daniela, María Fernanda y Luis Daniel.

Su tiempo imborrable

Don Manuel José Gómez, aparte de fundador de haciendas y centrales azucareros, atesoró las crónicas cabudareñas como suyas, y su memoria excepcional le permitía narrar los acontecimientos más sonados, así como la cotidianidad y sus personajes.

Al final de su tiempo se le veía en los solitarios atardeceres de Santa Elena, caminar entre las blandidas espigas del cañamelar, acariciándolas con la mirada, como ofreciendo su gratitud por la vida plena, llena de aventuras y oportunidades, por la familia que formó y los amigos que cultivó.

Su ejemplo imborrable es una llamarada perpetua para quienes tuvimos el inmenso honor de tenerlo y conocerlo.Hasta siempre don Manuel Gómez, Cabudare rememorará para la eternidad tu tiempo y tus momentos.

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