La economía y la administración parecen haber sido signadas por la providencia divina para interactuar en la cotidianidad de los ciudadanos.
El acatamiento de las leyes económicas y la ejecución correcta de los procedimientos administrativos conllevan a la consecución de los objetivos trazados bajo el esquema de contar con la suficiente autoridad como para poder cumplir con las responsabilidades aceptadas.
La tozudez, ineficacia, ineficiencia, inoperancia, falta de rendición de cuentas y, la ineptitud, entre otras actitudes que podríamos denominar como depravaciones, comienzan con la corrupción; con la aceptación de cargos de responsabilidad gubernamental sin tener la suficiente capacidad para ejercerlos.
Es grave insistir en la aplicación e imposición de un sistema económico fracasado y desfasado. Esto no puede interpretarse como injerencia política.
La ley de causa y efecto es la encargada de demostrar las realidades económicas y sociales.
Al aceptar la crisis debe tenerse la valentía suficiente para admitir las responsabilidades que la situación impone y, más temprano que tarde se tendrán que aplicar los correctivos para parar la caída en la cual está el sistema económico que ha llevado a la casi total desaparición de la producción agropecuaria, la destrucción del sector artesanal y el desmantelamiento de la pequeña, mediana y gran industria.
Aquel país que, con ingresos provenientes del barril de petróleo cotizado entre 7 y 14$, era el polo de atracción de los ciudadanos del mundo, desapareció, y fue cambiado por uno empobrecido, al borde de una crisis que amerita ayuda humanitaria.
La crisis no es importada, tiene origen nacional y es alimentada por una ideología desfasada y fracasada en todos los países donde se ha intentado aplicar.
La sensatez debe comenzar a prevalecer; los ciudadanos que vivimos en el país con las reservas petroleras más grande del mundo no tenemos por qué padecer una situación generada por los errores cometidos durante los últimos 17 años; algunos de esos errores fueron realizados a sabiendas de lo que se hacía, y hacía donde nos llevaban. Lo que más agrava la situación es el contrasentido a toda lógica y razón… El insistir en cometerlos.
De allí la verdad del adagio: “El ser humano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra”.
Mientras no se acepte la realidad por la cual atravesamos y se admita la ineptitud que impera; mientras no se analicen los planteamientos que hacen expertos economistas y administradores, y se busque la asesoría idónea, jamás se comenzará a solucionar la grave problemática creada durante la inmensa bonanza que jamás disfrutó gobierno alguno, durante toda la época republicana.
El talento probo con el cual cuenta el país, en cantidades y con capacidad suficiente, está dispuesto a emprender derroteros de prosperidad y el país cuenta con los recursos necesarios para que la maquinaria, trabajando en un esquema de productividad, active sus engranajes hacía la consecución de una mejor calidad de vida para todos los ciudadanos venezolanos, sin distingo de clase, color, raza o religión.
Entonces: ¿Qué falta?
La respuesta la tiene el poder Ejecutivo con la ineludible responsabilidad de sortear las dificultades que impiden la ejecución de planes que traigan mejor calidad de vida, especialmente, a los más necesitados garantizado por la seguridad jurídica y personal que erradique la delincuencia y execre la corrupción… Apoyo sin amenazas.