La Nueva Política Económica

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La Política Económica Bolivariana ha sido discutida incluso antes de 1999, y es todavía objeto de controversia.

Aunque en su desarrollo temprano combina elementos y hechos en apariencia contradictorios e incoherentes, no es una mera secuencia de improvisaciones ligeras. Sus movimientos pendulares, proteccionismo-liberalismo, que dificultaron una delimitación razonable, llegó a término con al intervencionismo estatal a ultranza en la medida que fue creciendo la renta petrolera, auspiciada por altos precios del barril.

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El panorama se haría claro a partir de 2003, con la implantación de controles de precios y de cambio. En 2007 ya puede decirse que exhibe un perfil de claros contornos que se manifiesta en expropiaciones de empresas mercantiles, control de tasas| de interés,  voceo de consignas antiimperialistas y admisión pública del propósito de instaurar el Socialismo del Siglo XXI, valga decir eliminación del mercado y estatización de la economía, promovido mediante propuesta de Reforma Constitucional fallida, pero echado a andar de todos modos en el Plan de Desarrollo de la Nación 2007-2013, (llamado Primer Plan Socialista, PPS). En 2013, se aprueba una versión corregida del Plan de la Patria, plan de transición al socialismo, inicialmente formulado por Chávez, que contiene “el legado” lo que debe (o debería) hacerse en los próximos 6 años. En ese sentido, Maduro es la continuación de Chávez. Pero desde el punto de vista económico no. El socialismo petrolero ha cedido el paso al socialismo billetérico, valga el neologismo, que paso a explicitar, diciendo primero que la riqueza de un país se mide por la cantidad de bienes que producen sus habitantes.

En el papel, el tránsito hacia la Venezuela potencia energética mundial, cabalgaría sobre una fuente de financiamiento infinita: la renta petrolera captada por el Estado y repartida por el gobierno y su elenco partidista. Dicho plan, que en algún momento pareció viable y concitó grandes esperanzas (duplicar la extracción petrolera, seis millones de barriles por día en 2019 y un precio superior a 100$ el barril), al presente luce inejecutable, y parece avanzar en la dirección contraria, evidenciando con tristeza el espejismo del país potencia. La extracción ha venido reduciéndose por causas diversas y el precio se desliza hacia abajo.  La potencia no tiene dólares, se gastaron, se fueron,  se fugaron, o se perdieron; total, no hay. Las finanzas se sostienen de otro modo. Es mérito de Maduro, haber encontrado asidero a la política económica: la producción en masa de billetes.

Un hecho comprobable advertido a medias, desapercibido las más de las veces, es que, por fuerza de las circunstancias, desde  2011, con Chávez al timón, la economía del país adquiere otra base de sustentación,  llamada aquí Nueva Política Económica, NEP. Fase que  nada tiene que ver con las grandes misiones ni con la implantación de la Ley de Costos y Precios autoritarios ni la llegada de Nicolás Maduro a la Presidencia. Tiene que ver sí ver con el agotamiento del modelo que propuso instaurar. El socialismo naufragó hacia el socialismo sin base productiva, sostenido de manera artificiosa, ficticia.

No es un invento de la Academia que la política financiera del Estado, de 2011 a esta parte, desarrollada para mantener un descomunal tren de gasto,  se adentró en el terreno de la fantasía, la magia,  la truculencia. La magnitud de la liquidez monetaria ha crecido de manera sustancial frente al tamaño real de la economía: mientras que para el primer trimestre de 2011 circulaban BsF. 32,5 por cada unidad de producto interno bruto (PIB), para el cierre de 2014 circulaban BsF. 124,2 por cada unidad de PIB. De allí la necesidad de ocultar información acerca del origen de los fondos fiscales. Ocultamiento por cierto, permitido ahora gracias a la reciente reforma a la ley del BCV, del 31-12-2015. Pero el verdadero misterio consiste en saber a cual tasa de cambio contabiliza el BCV los dólares ficticios que entrega Pdvsa (a 50, a 200, o a 800 bolívares por dólar) Es este artilugio de magia o santería económica, con todos los daños irreparables a la nación que esto acarrea, el que permite al presidente Maduro afirmar: “Ya tengo los reales para medio millón de viviendas adicionales y para los aumentos de salarios y las pensiones”, sin que haya comenzado el ejerció fiscal y sin contrapartida productiva alguna. El reciente paquete de leyes de los últimos días del período habilitante se inscriben en la línea de permitir al Presidente financiar el déficit sin consultar a la Asamblea Nacional,  ni requerir la aprobación del BCV. Dicho de manera gruesa: autorización para prender la maquinita, o lo que viene a decir lo mismo dejar suelto al abominable monstruo de la inflación.

En esta fase de la NPE, aún cuando suene absurdo y cueste creerlo, el BCV financia a Pdvsa, la estatal petrolera cancela sus obligaciones (aportes al presupuesto) con promesas de pago, que luego pospone con otra promesa de pago (bono) y sobre la base de estos papeles, el instituto emisor imprime dinero (llamado inorgánico porque no tiene respaldo en dólares), y que circula alimentando ferozmente la inflación. Creo que así se entiende mejor en qué consiste la guerra económica.

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