El Zulia ha perdido su solemnidad de grandeza. La capacidad de decisión acerca de sus recursos la secuestró el centralismo. Estamos convertidos en una triste aldea. Todo este Estado languidece en el más completo abandono. Aquella lucha constante y abierta por la autonomía, que no es separatismo, está olvidada, vivimos una paz muda.
Esta región que nunca ha tenido un presupuesto equilibrado entre lo que produce y lo que recibe, no puede continuar en un Pacto Federal sin colocar condiciones respecto al manejo de sus capacidades. Queremos seguir juntos al resto de los venezolanos, pero tenemos derecho a la aceleración de nuestro desarrollo. De Menegrande a Paraguaipoa, de Machiques a Los Puertos de Altagracia, de la Cañada a Santa Bárbara, solo existe desolación.
Una Provincia con 63.100 Km2, con más territorio que países del Caribe, con el lago más grande de la América del Sur, con costas fluviales, marítimas y lacustres, Sierra de Perijá, petróleo, ganado, posibilidad de una agricultura prospera, petroquímica, islas que pueden ser emporios turísticos, para solo citar algunos géneros de riqueza, no puede seguir esperando que desde Caracas le venga el presupuesto.
Estamos convertidos en un mendigo sentado en un baúl lleno de oro, pero cuya llave está en Caracas. Decía Rafael María Baralt que “El mal gobierno consiste en hacer depender el bien de la República de una sola voluntad, así es el despotismo y cuando impera no hay vida intelectual ni moral para el pueblo, sino empobrecimiento y abandono”.
No hay Estado de Venezuela que haya sido tan humillado en el siglo XIX como el Zulia.
Guzmán Blanco le cerró todas sus fábricas, decretó el Estado Falcón-Zulia, capital Capatarida y ordenó convertir a Maracaibo en una playa de pescadores. Cipriano Castro cerró la Universidad del Zulia durante cuarenta años. En el siglo XX de importancia solo se le hizo al Zulia el Puente sobre el Lago. Chávez expropió haciendas y fundos en el sur del Lago de Maracaibo y arruinó la costa oriental del Lago al clausurar empresas petroleras. Cabimas y Ciudad Ojeda han sido reducidas al comercio informal.
No queda otra sino insurgir, colocar las cosas en su puesto. Tenemos una población de casi 4.146.100 habitantes, con problemas de alimentación, falta de agua, eficiente electricidad, educación en apuros, inseguridad, expropiaciones de haciendas, fuga de cerebros, lago contaminado, alcaldías sin recursos, perdida de la capacidad exportadora, una capital Maracaibo, oscura, con calles sucias y peligro de epidemias.
Hay que sacar al Zulia del marasmo en que lo que tienen sumido. La crisis nacional nos ha retrasado dieciséis años la entrada al siglo XXI, en cuanto a la velocidad que lleva la economía mundial. Necesitamos una voz capaz, fuerte, propia y experiente con el respaldo de la zulianidad. Déjennos asimilar el nombre del Zulia irreductible a lo que significaba en 1831 “Self Help”, es decir el pueblo del propio esfuerzo.