¡Na’ guará!
Barquisimeto abrió millones y millones de brazos para dar la bienvenida a la Divina Pastora. Los ríos de gente se dispersaban y colmaban las calles y avenidas aledañas al trayecto designado para la apoteósica procesión; la primera en el mundo. Multitud de personas que vinieron a nuestra ciudad, en religiosa peregrinación, fueron asombrados por el trato afectivo con el cual los cobijamos; así lo expresan y así lo transmiten a familiares y amigos que no vinieron.
La procesión en sí es el mejor y mayor ejemplo de que los venezolanos estamos dispuestos a avanzar en un solo rumbo si tenemos un objetivo suficientemente grande para motivarnos. La devoción a la Divina Pastora es el mejor ejemplo de unión, de solidaridad, de servicio; de que existe la voluntad necesaria para subsanar diferencias; que a la hora de un motivo positivo los ricos y los pobres pueden convivir sin distinción alguna. Millones y millones de personas que demuestran poder lograr los objetivos sin conflictos o altercados. Donde los cánticos a la virgen, a su hijo y al Padre Eterno, avivan la alegría, el perdón y la satisfacción de ser útiles. “En procesión… ¡cantamos a la vida!”
Majestuoso el “Manto a María”, como obra magna de reconocimiento a la fe cristiana se yergue sobre la “Colina del Viento” y desde allí, la silueta de la virgen santísima, parece resguardarnos y desde su creación ha comenzado a atraer más y más feligreses.
Pero, esa representación de la Virgen María, bajo la advocación de la Divina Pastora de Almas, merece el respeto, que seguro estoy, exigimos esos millones y millones de feligreses que admiramos a la virgen a la cual tenemos devoción, fe y agradecimiento, por lo tanto, pedimos despolitizar la creación de una obra que es netamente barquisimetana; tomando en cuenta que la ciudad absorbió a la población de Santa Rosa. La magna obra fue construida con los dineros de los ciudadanos, cuando todo parece indicar que, esos dineros provienen cada vez más de los impuestos que pagamos.
La fe cristiana en la religión católica es un baluarte para vencer los embates de la situación de crisis que arremete al país. La protección divina es necesaria para subsanar los daños que se han ocasionado en los ámbitos económicos y sociales. Ahora más que nunca Venezuela debe preservarse como un país de esperanzas, tenemos la obligación prioritaria de rescatar los principios y valores, con los preceptos tradicional e internacionalmente aceptados, que nos han caracterizados ancestralmente.
Al país lo sacaremos adelante con el talento probo implementado a través del trabajo, esfuerzo, tesón y perseverancia, pero es necesario que el Estado garantice el cumplimiento de la Constitución Nacional, sin la manipulación de leyes o reglamentos que contradigan al texto expreso en nuestra Carta Magna. Garantizando los Derechos Humanos y económicos; de todos y de cada uno de los ciudadanos. Se tiene que execrar el ataque al sector productivo, fuente de bienestar, generador de empleos y de mejor calidad de vida.
Ben Jonson expresó: “La ley es el último resultado de la sabiduría humana que opera sobre la humana experiencia en beneficio del público”.
Protegidos por la “Justicia Honesta”, los venezolanos todos, debemos avocarnos a superar la crisis que se ha convertido en estructural, contamos con los conocimientos, experiencia y voluntad necesarias para lograrlo en el menor tiempo posible y minimizando los traumas que habrán de sufrir los ciudadanos.