Durante el pasado mes de diciembre, junto con el proceso comicial venezolano, se llevaron a cabo dos acontecimientos internacionales, que van a incidir notablemente en el devenir de nuestro principal producto de exportación.
1- La Cumbre Internacional sobre Cambio Climático (COP21)
A la Cumbre celebrada en París, se llegó con el convencimiento global de enfrentar el cambio climático como un reto que compromete a la humanidad como un todo. Luego de décadas, de múltiples esfuerzos y de enfrentamientos con la ortodoxia financiera, política y científica, se ha demostrado que los riesgos asociados a las crecientes magnitudes del alza en las temperaturas y su vinculación con el uso de las energías fósiles (petróleo, carbón, gas) requieren un drástico y urgente cambio de paradigmas, que privilegien el uso de energías alternativas, posición que al menos en teoría, ha sido asumida por los 196 países signatarios del acuerdo.
En estudio presentado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) durante el desarrollo de la COP21 (Megatrends of Energy Transition) se evidencia que al menos cinco “megatendencias” estarían creando una nueva realidad en el sector energético mundial:
(a) El comienzo del fin de la era de los combustibles fósiles. (b) La transición hacia la utilización de energías renovables. (c) La reducción de precios en el sector energético, producto de los cambios tecnológicos, priorizando la relación costo-eficiencia. (d) Descentralización en la producción energética. (e) sostenido crecimiento de las tecnologías digitales
En consecuencia, pudiéramos estar asistiendo al advenimiento de un cambio disruptivo, que en las próximas décadas supondría un viraje estratégico, gerencial y organizacional de gran impacto global.
2- La Reunión de la OPEP y los precios del crudo
El cuatro de Diciembre, se celebró en Viena la sesión semestral de la Organización de países exportadores de petróleo (OPEP). En dicha reunión, se ratificó la estrategia delineada por Arabia Saudita y sus socios del Golfo Pérsico en Noviembre 2014, consistente en dejar que la dinámica de los precios sea regida por la oferta y la demanda del crudo. En un mercado caracterizado por la sobreoferta y la consiguiente caída de los precios, los mayores productores de la OPEP, han venido privilegiando la defensa de sus cuotas de mercado, antes que la posibilidad de considerar reducciones en los volúmenes de producción, que pudiera eventualmente, influir en una recuperación de los precios.
La dinámica vinculada con el negocio petrolero internacional no es la misma de otras décadas, hoy la OPEP solo produce un 33-35% de la producción mundial, y su papel como regulador del mercado ha perdido efectividad. Consideran los sauditas y sus socios del golfo, que una reducción de la producción, sería rápidamente suplida por alguno de los grandes productores fuera de la organización (Rusia, Canadá, México, Noruega) lo que solo llevaría a una pérdida de sus mercados de exportación. Tampoco ha podido la OPEP lograr un acuerdo con países claves en el negocio, como Rusia, o México que pudieran apuntar en esta dirección. Esta situación, se agravará cuando Irán, se incorpore plenamente a los circuitos de exportación, incrementando la sobreoferta petrolera y agudizando la tendencia bajista de los precios. Entonces, la guerra de precios alcanzará su mayor nivel.
La urgente diversificación económica
Conocemos la significación y dinámica que ha jugado el petróleo en los diferentes escenarios de la vida nacional, hemos planteado, como muchos otros venezolanos, la necesidad de reducir el peso específico que el sector petrolero representa en nuestra economía, se ha insistido desde esta columna y en nuestra actividad académica, la urgente puesta en marcha de alternativas que estimulen la diversificación del aparato productivo, priorizando las actividades no petroleras, que paulatinamente reduzcan nuestra excesiva petrodependencia. Conviene reflexionar sobre el entorno económico-financiero-ambiental en que se desarrollan las relaciones y los intercambios comerciales, así como la disyuntiva de continuar como país monoproductor de petróleo y el costo de oportunidad que ello representa.
Son limitadas las opciones para el país, ante un mundo global, caracterizado por la desaceleración de las economías emergentes, el crecimiento económico “modesto” (término usado por la directora del FMI) de las economías industrializadas, el desplome de los precios de las materias primas, la merma de los flujos de capitales y de los intercambios comerciales, aspectos que crean un escenario, de gran volatilidad, en el cual, los países altamente dependientes de la producción de commodities, verán potencializados sus riesgos económicos, financieros, políticos y sociales.
Urge revertir el perverso modelo monoproductor, generador de rentas destinadas a satisfacer la voracidad fiscal, que no se ha traducido en progreso y bienestar. Uslar Pietri hablaba de «los efectos malignos” y de “la nación fingida” al referirse al modelo rentista. (De una a otra Venezuela. 1980). Hay que considerar nuevos escenarios en un entorno complejo, cambiante e incierto, que demandará la utilización de nuevas tecnologías, procedimientos gerenciales eficientes, tanto en el sector público como en el privado, con un exigente compromiso social y ambiental, así como una estricta racionalidad en el gasto.
La clave de un sostenible crecimiento futuro, dependerá de la conciencia con que los venezolanos enfrentemos el reto de construir una economía diversificada, moderna y productiva. Debemos asumir estas tendencias globales como una oportunidad.
