Voy a hablar de Bolívar./Pero no del Bolívar que se quieren robar;/ni del que llama mío cualquier hombre,/ni del que llama nuestro cualquier grupo,/ni del que tiene estatua levantada/para que sólo algunos la puedan escoltar./Voy a hablar, con amor,/del Bolívar de todos/. Estos versos del bardo colombiano Carlos Castro Saavedra, son apropiados para iniciar este artículo, porque, además de su valor literario, sirven para denunciar, la forma como el régimen de Nicolás Cabello y Diosdado Maduro, que son uno y dos al mismo tiempo, ha secuestrado la figura del Libertador Simón Bolívar, tergiversando todo cuanto de valiosa tiene para el pueblo venezolano. Bolívar, capitán de la aurora, prisionero, entre rojos barrotes, oyendo, consternado, como sus victorias fulgurantes son comparadas con este latrocinio continuado contra el erario público, que es la robolución Madurocabellista. Bolívar, quien dominaba los mares cabalgando sobre las crestas de las olas, y cuyo rostro quedó grabado con fuego en las heladas soledades andinas, devenido en alter ego de la lenguaraz cotorra de Sabaneta. El pobre Libertador, pálido y aterido, oyendo sus discursos luminosos reducidos a huera refranería; especie de santos óleos con los que los pícaros de la burguesía cuatrofebrerista embadurnan sus pillerías, creyendo que así las convierten en acciones pletóricas de ferviente patriotismo.
Ahí está el asunto de los retratos de Chávez que, junto con los del Bolívar hecho a imagen y semejanza del difunto supremo, fueron retirados de la nueva Asamblea Nacional. ¡Un atentado a los símbolos patrios!, ladraron los dolientes del régimen. Pero resulta que Chávez no es un símbolo de la patria, ni de nada; ni siquiera de las fiestas patronales de Sabaneta. Y, por otra parte, ese otro Bolívar, el mutante al que la prédica brujeril de los charleros del régimen trata de identificar con el que les conté, nada tiene que ver con el Bolívar histórico, el que aparece en un retrato clásico que el mismo Libertador señaló alguna vez, como el que mejor lo representaba. De modo que este brusco ataque de patriotismo no pasa de ser un gimoteo hipócrita aderezado con lágrimas de cocodrilos, tras el cual se oculta el verdadero rostro del régimen. Porque, en efecto, cómo puede ser bolivariano, quien, pretende permanecer COMO SEA en el poder? Olvidan, adrede, que el 15 de febrero de 1819, en el célebre Discurso ante el Congreso de Angostura, Bolívar compareció para entregar los poderes que como dictador le habían sido conferidos, y señaló, lapidariamente, que “…la continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos”, porque “…nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía”,
Ese es el Bolívar nuestro. El que nunca robó del erario público, a pesar de haberlo entregado todo, y no aspiró otra cosa, que el título de ciudadano. El que arropaba con su capa, pueblos hambrientos y oprimidos y en cuyo verbo convivían, el amor por Manuelita, y la furia de mil volcanes. Tal es el Bolívar que admiramos y queremos; al que le decimos, con Dionisio Aymara: /A ti volvemos nuestros ojos, Bolívar,/para vencer el llanto, la fatiga, las soledades/que amenazan el sitio/donde ardía la llama del laurel,/en otro tiempo/. El otro, el que vegetaba en los cuadros de la Asamblea Nacional, que lo lleven al cuartel de la montaña…
