“Uncido el pueblo al triple yugo de la ignorancia, la tiranía y el vicio, no ha podido adquirir saber, poder ni virtud. Discípulo de tan perniciosos maestros, las lecciones que ha recibido y los ejemplos que ha estudiado, son los más destructores. Por el engaño se le ha dominado más que por la fuerza y por el vicio se le ha degradado más que por la superstición” (Bolívar)
El 6 D nos replanteamos lo que realmente necesitábamos, queríamos, era necesario y lo sigue siendo. Con el derecho Constitucional al voto lo logramos; sin lugar a dudas elegimos lo mejor que a nosotros vendrá después de la pesadilla de necesidades, enfermedades, intolerancias, humillaciones, injusticias y escasez que ha traído el hambre al país, acentuada en los tres últimos años. Ante tal coyuntura unidos decidimos que era necesario hacer un cambio radical y cuando se dice radical es de raíz.
El país está siendo llevado a un despeñadero que no muestra ninguna solución de fondo. Los políticos están enfrascados en discusión de fotos y nimiedades de trasfondo político, demorando la urgencia de enfocar los problemas de real importancia.
Ante los últimos acontecimientos me viene a la mente la macabra época en la que en el siglo XVIII las “patentes de corso” eran una suerte de documentos que extendían los monarcas que amparaban y permitían a una partida de forajidos que asaltaran y robaran en alta mar sin que nada se los impidiera. La corona exigía participación en el botín y “aquí no ha pasado nada”.
Se ha hecho costumbre que cualquier verborrea ideológica y dedo autoritario dé la orden a sus compinches de aplicar la “patente de Corso” a los que piensan diferente, para que por este medio destruyan los más nobles ideales de libertad, derecho, justicia, seguridad y vida digna a que toda nación tiene derecho, sin exclusión ni encasillar a los ciudadanos en estratos sociales de primera, segunda y tercera categoría. El pueblo llama a que le respeten su decisión de cambio radical. Es hora de que se erija un sistema democrático, representativo y pluralista, que rija de manera equitativa los destinos de Venezuela.
Llegó la hora de trabajar en armonía, en consenso, en paz y principalmente con justicia y equidad, abordando todos los problemas, haciendo hincapié en solucionar los económicos: (la escasez, los altos precios, la mala calidad y presentación) hacer frente a los problemas de salud, (altos costos de la medicina, escasez de insumos, poca variedad) inseguridad a todos los niveles (jurídica, policial, personal, en el trabajo, inseguridad alimenticia etc.) El pueblo está harto de sufrimientos, de seguir haciendo las infames colas sin solución, está harto de la insuficiencia que no permite llevar a la casa lo necesario, limitando las necesidades básicas, necesarias de cualquier ser humano.
Estas son palabras pronunciadas por Bolívar ante el Congreso de Angostura en 1819, las que hoy más que nunca los nuevos asambleístas deben recordar: “¡Legisladores! Yo deposité en vuestras manos el mando supremo de Venezuela. Vuestro es ahora el augusto deber de consagraros a la felicidad de la República. En vuestras manos está la balanza de nuestros destinos, la medida de nuestra gloria; ellas sellarán los decretos que fijen nuestra libertad. En este momento el jefe supremo de la República no es más que un simple ciudadano”
Cuando se gana limpiamente una elección se respeta la voz del pueblo y quien la gana se posesiona con la frente en alto, erguido, no vendido ni arrodillado.