En sentido figurado, la frase proverbial se aplica a personas u organizaciones que atraviesan por una situación difícil, pero que no la exteriorizan, razón por la cual solamente los más allegados tienen conocimiento de causa y, la generalidad, la desconoce.
Como suele ocurrir con este tipo de expresión, en sentido estricto, está ligada a la tradición religiosa. Existen diferentes versiones. Entre otras, dícese que corresponde a la época antigua cuando por motivos de lluvia la procesión no podía celebrarse con la pomposidad que prodigaba el recorrido por el espacio público, limitándose la feligresía, sin demostrar su contrariedad, a realizarla dentro de la propia iglesia o bajo cubierta.
Por estos días, referirse al tema, equivale a la exaltación de fe, la esperanza y los valores que con el paso de los años, generación tras generación, se promueve y afianzan en un conglomerado que supera los propios límites geográficos de lo local, globalización de por medio, con difusión y alcance internacional. Como hecho noticioso adquiere cada vez mayor relevancia y proyección.
Cuando aludimos a que “la procesión va por dentro”, traducimos una inquietud asociada al contexto actual, relacionada con una vinculación, con una relación, para calificarla de la mejor manera como indisoluble, casi eterna, construida secularmente, a lo largo de la historia: La Divina Pastora y la Orquesta Mavare. Estamos hablando de la visita número 160 y de la serenata número 101, como ofrenda y bienvenida a la Excelsa Patrona.
“La Orquesta Mavare se ha convertido, a lo largo de sus más de ciento diez años de edad, en símbolo presente y permanente de la llamada barquisimetaneidad, pues la música interpretada por ella, es lo que le ha permitido a nuestro estado Lara y su capital Barquisimeto, en cierta medida, su identificación como Capital Musical de Venezuela”.
Con el párrafo anterior, los autores Héctor Gutiérrez Cortinas y Romel José Escalona Pérez, nos permiten aproximarnos a los orígenes y a la trayectoria, las vicisitudes, la vida institucional, en suma, de la agrupación en referencia, con base en una narrativa soportada en un estudio hemerográfico y testimonios, que no vacilamos en considerar un texto valioso: “Orquesta Mavare. Más de Ciento Diez Años de Música”. (Publicado por la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, coordinado por los profesores Carlos Giménez Lizarzado y Angel Eduardo Montesinos, bajo los auspicios del Rector Francesco Leone. Año: 2009). Vale recordar que a partir de 2001, nuestra Casa de Estudios adquirió los derechos sobre la Orquesta.
Recientemente, leí titulares de prensa que anunciaban: “Liquidada la Fundación Vicente Emilio Sojo”. Confieso mi sobresalto. Pero, luego al detalle, se aclaraba su sustitución por una nueva Fundación Centro Nacional de Música Vicente Emilio Sojo, la cual «se encargará de continuar y ampliar la labor que ha venido realizando la Fundación en virtud de las competencias y actividades conexas».
No es difícil imaginar las dificultades financieras que tienen que enfrentar este tipo de organizaciones a lo largo de su existencia para subsistir en el tiempo. Es lo que identificamos bajo la filosofía de la sustentabilidad y su amplia gama de dimensiones, incluyendo la gestión. Una cuestión es la dirección musical y otra la dirección administrativa. Parafraseando a Víctor Hugo: “Las montañas que la fe remueve son incomparables con la que mueve la voluntad”.