El doctor Octavio Lepage a sus 93 años sigue siendo un hombre lúcido, atento a todo evento político y preocupado por lo que sucede en el país.
-¿Cómo le parece lo que está pasando en la Asamblea Nacional con el conflicto que se ha suscitado por la juramentación de los tres diputados del Amazonas y la declaratoria de nulidad de todos los actos del parlamento?
-La situación me parece complicada. Porque, evidentemente, el gobierno personificado en Nicolás
Maduro y, particularmente, en Diosdado Cabello, se niega rotundamente a aceptar la realidad de que perdieron las elecciones, de que ellos al final de cuenta tienen 55 diputados y nosotros, 112. Por lo tanto, el Poder Legislativo le corresponde desde el 5 de enero en adelante a la Mesa de la Unidad Democrática.
-Pero, el enfrentamiento está latente.
-Eso de que el Gobierno pertenezca a una corriente y el parlamento a otro no es nuevo. Ahorita en Argentina, el presidente Macri está en minoría tanto en la Cámara de Diputados como en la Cámara del Senado. Al señor Macri no quiso juramentarlo Cristina Fernández viuda de Kirchner y lo hizo un juez, y todo está marchando normalmente.
Obama ha gobernado por seis años con un congreso adverso,tanto en la Cámara de Representantes como en la Cámara del Senado. Ahora, Diosdado Cabello se niega a que esa situación, que es perfectamente normal en democracia, que un poder de oposición en un momento determinado sea mayoría en el Poder Legislativo, es normal y sobre todo ante esa espectacular victoria que obtuvo la oposición con todo el ventajismo del oficialismo, con todas las trabas que le impuso el Consejo Nacional Electoral y con todo el derroche puesto de manifiesto por el Ejecutivo Nacional que le dio a los candidatos la oportunidad de regalar de todo, desde bolsas de comida hasta taxis y viviendas.
Pienso que esta decisión de los tres diputados del Amazonas de desincorporarse de la Cámara puede ser la salida pacífica, indicada, positiva. Ya veremos qué sucede: si prevalece la sensatez y el respeto a las reglas y normas de la democracia, lo que superaría un incidente para siempre, o en caso contrario, priva la arbitrariedad de Cabello y Maduro. Si ocurre lo primero, indudablemente, empezaría a funcionar la separación de poderes como lo establece la Constitución. Ahora, si persiste el empeño del Gobierno derrotado en imponer su actitud, tendríamos un conflicto de poderes cuyas consecuencias serían impredecibles. En estos momentos, yo soy optimista y creo que en definitiva va a prevalecer la sensatez.
-En el supuesto que se haga realidad lo que dijo Cabello que el desacato de la directiva de la Asamblea Nacional daría paso al Tribunal Supremo de Justicia de asumir el papel de legislador. ¿Será posible que un Poder tome las atribuciones de otro, de una forma olímpica?
-Eso es completamente absurdo. No tiene sentido. Se ve, claramente, que el diputado Cabello carece de asesoramiento jurídico, porque ningún profesional del Derecho le aconsejaría siquiera decir algo así, porque en ninguna cabeza cabe que un poder tan importante como el Legislativo, cuyos integrantes son elegidos mayoritariamente por el pueblo, pueda ser suplido en forma tan absurda. Eso es una forma de pensar de quienes no tienen conducta civilista, lo cual no quiere decir que porque sea un militar puede actuar arbitrariamente, porque los militares como ciudadanos tienen los principios que debe regir en cualquier democracia. Eso que dice Maduro posiblemente ocurra con un golpe de Estado, donde se violentan todas las leyes y se echa a un lado la Constitución. Ellos tienen las armas. La oposición no tiene poder de fuego. En verdad ellos están planteando una situación que uno no sabe e cómo puede desembocar.
Pero, en América Latina estamos registrando un importante proceso de retorno al juego democrático. Se ha producido en Guatemala, en Argentina y está en marcha en el Perú. De tal manera que la gente del Gobierno debe ser más sensata y darse cuenta que a estas alturas en Venezuela o en cualquier país de Latinoamérica se pueda establecer una dictadura como la que existieron en otros tiempos.
-Dice sentirse optimista. Sin embargo, el presidente Maduro llamó a la militancia de su partido a rebelarse contra la Asamblea Nacional.¿Cómo ve ese gesto?
-Hay que recordar que antes de las elecciones Maduro amenazó que si ganaba la oposición, él se lanzaría a la calle al frente de su pueblo para defender a la revolución. Cuando Tibisay Lucena, la noche del 6 de diciembre, dio a conocer los resultados, casi inmediatamente Maduro habló aceptándolos. Lo que pasa es que después se arrepintió. Hay que leer la segunda carta de Luis Almagro, secretario general de la OEA, cuando hace mención a Fujimori, lo que hizo que se dictara la Carta Democrática Interamericana.
-Si esa carta la suscribió Chávez, ¿aquí se está escupiendo para arriba? -Así es. Ellos están medios loquitos, desequilibrados. El que más problemas está ocasionando es Cabello, cabecilla del intento de rebelión.
-¿Será que no les interesa que la nueva Asamblea Nacional investigue, como ya se ha anunciado, casos que no fueron investigados por el parlamento saliente? -Está nervioso el diputado
Cabello, quien es el que ordena todo lo que pasa en la Asamblea Nacional. No imagino por qué lo hace. Está equivocado. Ojalá rectifique. Porque ya el país está cansado de tantas cosas sin sentido que se han venido dando y nos encontramos con una crisis que debe ser resuelta.
Un nonagenario público
Octavio Lepage es anzoateguinse y desde muy joven mostró inclinación por la política, militando en Acción Democrática. Fue dirigente juvenil de ese partido y se graduó de abogado en la Universidad Central de Venezuela. Resultó electo diputado al Congreso Nacional por su estado, pero no pudo ejercer sus funciones por el golpe de Estado contra Rómulo Gallegos en 1948. En la clandestinidad dirigió su organización política, fue perseguido y sometido a prisión. Luego fue al exilio y al regreso volvió a encargarse de AD en el cargo de Secretario de Organización nacional. Llegó al Congreso Nacional y además de diputado, fue senador. Le correspondió ser ministro y al momento en que Carlos Andrés Pérez fue defenestrado, ocupó la presidencia por 76 días.
A sus 93 años no ha dejado de ocuparse de la política.