Cada catorce de enero ocurre un gigantesco milagro en Barquisimeto.
Miles de personas se acercan al pequeño pueblo de Santa Rosa y visitan nuestro estado Lara con una sola intención: la de caminar con fe latente en nuestros corazones y con regocijo, bajo el ambiente de una paz fervorosa, en una histórica procesión que ya cumple 160 años, referencia para el mundo sobre una procesión milagrosa que crece y crece, acompañando a la sagrada e histórica imagen de la Divina Pastora, que es levantada en hombros de sus feligreses, para traerla de visita a nuestra ciudad y hacernos recordar aquel asombroso hecho que hace ya tantísimos años ocurrió en Barquisimeto.
Con una fe indescriptible el sacerdote Macario Yépez solicitó a la madre de Cristo que hiciera cesar en Barquisimeto la terrible epidemia del cólera morbus, milagro que ocurrió y cuya última victima fue el mismo sacerdote que ofreció su vida a cambio del milagro, el cual nos recoge a todos en la fe, para continuar viviendo historias maravillosas.
Hay un hecho de trascendental importancia que encontramos en la Biblia en el evangelio de San Juan, sobre el primer milagro público que realizó Jesús de Nazareth, hecho que ocurrió en una boda en Caná de Galilea, a donde fueron invitadod Jesús, María su madre y sus discípulos. La celebración era el “nissuìn” del ceremonial judaico, fiesta solemne de la gente del pueblo que se prolongaba muchas veces por varios días.
Entre arpas, perfumes y salterios, el ritual de la boda comenzaba al atardecer, el novio se dirigía a la casa de la novia y la buscaba para el ceremonial. A juzgar en aquella boda de Canà, se trataba de una familia acomodada, donde hubo un buen banquete, buena música y por supuesto vino, pero aun así en plena fiesta el vino se acabó. María al darse cuenta de aquella penosa situación se dirigió como cualquier madre a su hijo y le comentó al oído: “No tienen vino”, a lo que Jesús le contestó: “¿Qué a mi y a ti? Mi hora no ha llegado todavía”, expresión hebraica que se encuentra en varios pasos del antiguo y viejo testamento, pero su madre nuevamente con inquietud le repitió: “No tienen vino”, se lo decía porque sabia que su hijo podía hacer un milagro y lo invitaba para que lo hiciera en esa especial ocasión y así evitar la amargura en un día en que había una hermosa celebración.
Finalmente Jesús accedió al petitorio de su madre y pidió que le trajeran unas hidrias de piedra con agua, le llevaron lo que pidió y sucedió el primer milagro: el agua fue convertida en vino. Muchas cosas pudiéramos reseñar sobre la importancia de María junto a su hijo Jesús, pero el primer milagro que ocurrió mediante su solicitud nos revela una importancia sin precedentes hacia una fe en ella como madre de Cristo, sin restarle jamás la importancia a la figura de Jesús, el hijo de Dios de naturaleza divina y humana quien se hizo hombre para entendernos y habitar entre nosotros. María, Divina Pastora bendícenos a todos.