La crisis tormentosa que se acentuó al inicio del 2015 tuvo su implosión el 6D, con la manifestación contundente de la gente en contra del régimen que nos desgobierna.
Para esa fecha escribía un Artículo titulado Elección presidencial en 2015 en Tal Cual impreso (20-1-15), en el que decía que se sentía un impostergable ambiente de transición, y que en cualquier país con talante democrático en la situación que vive Venezuela se hubiese buscado una vía alternante para cambiar de rumbo; y veía utópicamente que una salida oportuna sería realizar la elección presidencial al unísono con las parlamentarias, claro está, con este régimen esta idea no era más que una quimera.
Pero la realidad actual mantiene activa dicha posibilidad porque los venezolanos sienten que estamos ante una situación insostenible. El régimen mantiene el mismo guión, más que dedicarse a gobernar, igual no anuncia medidas para salir de la crisis, continúa con amenazas, con una retórica bufa, endilgando a terceros sus fallas y fracasos, es decir, actuando con la misma receta que les propinó el castigo electoral.
Nos encontramos en el 2016 con unos gobernantes que no se atreven a salir del “legado”, y les ha llevado a un laberinto en el que se encuentran perdidos y atrapados, sin ningún planteamiento serio, viable y factible como lo indica el juicio político y económico, para ir saliendo de este abismo; lo pudimos observar en la alocución del miércoles 6, cuando se plantearon vaguedades, crecimiento burocrático y pretensión a radicalizar sus actuaciones tiránicas e ideológicas, que el país no está dispuesto a tolerar. Eso se siente en la calle y lo manifestó el 6D, diciendo ya basta, a lo que el régimen se hace el desentendido.
El panorama que se percibe no es esperanzador, todo lo contrario, se presagia un año con mayor dificultad económica y social, aumentando las penurias del venezolano y en consecuencia lo que se avecina es una eminente emergencia nacional. Por ello la propuesta del Bloque parlamentario democrático, se hace indetenible, apelar a una salida constitucional, pacífica, electoral y democrática; decisión por lo demás obligante, asertiva e incuestionable, que con coraje y espíritu soberano y venezolanista se tome para cambiar el Poder Ejecutivo y por ende el modelo político castrocomunista que se nos ha querido implantar en Venezuela.
El sentir que se palpa en la mayoría de los venezolanos, es que este régimen tiene signado en un corto plazo, antes de culminar el período constitucional, una salida inevitable.