Las calles estaban vacías, la angustia flotaba en el ambiente, la expectativa se habría en todos los rincones. Los twitters llovían en la red, muchos se plegaban a la oración religiosa, otros apelaban osadamente a un arbitraje de gorra verde, muy peligroso, dado a sus cuestionadas decisiones en pretéritas contiendas.
Pero había que jugárselas todas como en el anterior encuentro, no había alternativa valedera si el equipo contrario ganaba. Era preciso consolidar la victoria que el equipo multicolor de la Unidad, había obtenido sobre el equipo rojo oficialista, en el último encuentro.
A las 11:00 a.m, de un 5 de enero sonó el pitazo y ambos equipos iniciaron la dura lucha por un trofeo, por una de las más importantes copas del poder. Nada menos que la Copa necesaria para iniciar el camino hacia la Consolidación del equilibrio de poderes, y por ende la vía hacia la Libertad, hacia la Democracia, hacia la expresión no comprometida y en contra del dogmatismo comunista, y sus secuelas como la inseguridad, la escasez, y la corrupción, entre otras.
Con el triunfo de este segundo partido, el equipo retador abriría el camino para futuros triunfos, tendentes a salvar al país de su total destrucción económica, social y moral. El equipo campeón, que había resultado casi imbatible bajo la dirección de su antiguo y carismático director, ya finito; ahora, bajo otra dirección, acababa de perder apenas hacía un mes, el anterior enfrentamiento, con el cual se había roto la racha de triunfos que el equipo rojo ostentaba en forma despótica y engreída.
Era necesario entonces ganar también este segundo juego que coadyuvaría a consolidar el triunfo anterior. El equipo rojo había incurrido en un penalti ante los ojos de la historia. El marcador estaba cero a cero, y se jugaba el último minuto del sobretiempo.
El equipo multicolor y retador, eligió para cobrar la sanción, a uno de su jugadores estrellas. La tensión llegó al máximo. El público enmudeció. El jugador elegido colocó sobre la verde grama, a doce pasos del arco, el bello balón, que tenía que perforar el arco de la infamia para poder continuar de esa forma el rescate de la legalidad, la seguridad, la justicia y la libertad. En síntesis, hacia la Democracia. Al oír el pitazo del árbitro, el goleador dio tres pasos en dirección al arco, amagó para desubicar al arquero, y ¡zas!, fuertemente pateó con su terrible pierna derecha –a lo Rondón- la esfera de la esperanza, que se elevó raudamente para penetrar en el arco contrario defendido por un equipo, ya en franca e indetenible caída, debido a la corrupción en sus cuadros y a su reiterado engaño y desprecio hacia la fanaticada. Millones de voces corearon: “Goool”. Hubo sonrisas, rodaron lágrimas de emoción y de rabia, sonaron cornetas, reventaron cohetes y la alegría rebasó sobradamente la tristeza. Concluida la contienda, el equipo derrotado cabizbajo y resentido, abandonó el campo. De esta forma la esperanza por un futuro mejor, se mantuvo latente, y deberá continuar palpitando así en los próximos enfrentamientos que habrán de definir y despejar el camino, que la unidad del pueblo venezolano se ha trazado hacia una verdadera democracia. Finalmente, algunos optaron por chocar sus copas en un “S-Allup” en honor al equipo multicolor y su destacado goleador.
Nota: Este relato deportivo, es simplemente ficción, cualquier parecido con algún reciente evento político venezolano, es mera coincidencia.