Desde el 18 de enero del año 2012, Yenis Castillo llegó al Hogar Divina Pastora debido al fruto del amor que sentía por su esposo, Fernando Hernández, quien vivía allí y era colaborador de monseñor Omar Ramos Cordero, fundador de esta institución de abrigo.
Formaron una familia, tuvieron a su primer bebé, muy amado por todos los habitantes del hogar. Cada vez se hacía más fuerte la relación, el lazo de amor y pasión por el servicio crecía en el corazón de Yenis, quien tomó en cuenta la solicitud de monseñor y accedió a vivir allí y hacerse responsable junto a su esposo de esa noble labor.
“Cuando me mudé al hogar ya estaba en espera de Omar, mi milagro y segundo hijo, y no porque me haya complicado durante el embarazo, todo lo contrario, las cosas sucedieron luego de su nacimiento que fue el 17 de marzo del 2012. Desde los primeros meses le notamos que su ojo presentaba un lagrimeo constante, pero quizá no le dimos la importancia por pensar que se trataba de alergia o algo simple. Con el pasar de tiempo nos sentíamos preocupados pues el problema no cesaba y su ojito estaba cada vez más delicado. Lo llevamos al pediatra pero solamente le mandó un tratamiento sencillo, sin embargo nuestra angustia era cada vez mayor. Un día, en una jornada médica que hicieron en la casa hogar, nos visitó una oftalmóloga, la doctora Tania Díaz, luego de evaluarlo y hacerle exámenes, le diagnóstico lagrimal obstruido y una posible infección. La única forma de sanar esa condición era por medio de una operación. Ella trabajaba en el hospital, su corazón se sensibilizó al ver nuestras limitaciones económicas, y comenzó a tocar puertas para conseguir que la intervención se realizara por la institución. Mientras pasaba el tiempo solo nos quedaba orar y pedir a la Divina Pastora que lo sanara; entregamos nuestras confianza a ella, y pedimos de todo corazón que obrara, teníamos miedo”.
A medida que contaba la historia viajaba por aquellos momentos de aflicción que vivieron a la espera de una posible operación, por otro lado mostraba un profundo agradecimiento porque muchas personas estaban dispuestas a ofrecer su ayuda.
“Seguíamos esperando. Ya el bebé estaba por cumplir dos añitos, venía la Navidad y estábamos seguros que de aprobar la fecha para intervenirlo sería en enero del 2014. Quizá por ser madre como la Virgen lo fue, en mi corazón estaba algo, llámalo sexto sentido, presentimiento o no sé, solo sabíamos que nuestra fe debía ser más grande.
Comenzó 2014 y a la procesión 158 de la Divina Pastora asistimos como lo hemos estado haciendo. La caminamos toda, pero esta vez llevábamos una petición y la confianza en que el milagro iba a suceder. Al finalizar el mes recibimos la llamada de la doctora Díaz para ingresar al niño al hospital. Al observarle su ojo, ¿no sabes lo que sentí? sólo pude llorar y dar gracias, había ocurrido el milagro, nuestra petición fue cumplida y mi hijo ya no tenía nada. Le hicieron los exámenes necesarios y todos quedamos sorprendidos. Le atribuimos esta gran bendición a la Divina Pastora”. Su hijo está sano y en chequeos rutinarios, esta familia recibió el milagro de la sanación.
La historia continúa
Omar actualmente cuenta con tres años de edad. Es un niño sano; hasta ahora su ojito ha estado muy bien, ellos no dejan de dar gracias a Dios y a la Virgen y consideran que servir es una forma de retribuir algo de lo mucho que han recibido.
La Casa Hogar Divina Pastora acoge a niños abandonados, en situación de pobreza extrema y orfandad. Esta familia se ha encargado de continuar la siembra que comenzó monseñor Ramos. Reciben mucha ayuda y donaciones de parte de personas generosas y solidarias.
Aunque el noble sacerdote no pudo conocer al hijo menor de la pareja, porque murió meses antes de que naciera, ellos decidieron que el pequeño llevara su nombre. Actualmente se sienten complacidos y satisfechos por continuar con esta noble causa.
Historia de una devoción
Los primeros testimonios
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡santo es su nombre!” Lucas1, 46-49.
En junio del año 1706, continuaron las procesiones con la nueva advocación mariana “Pastora de las Almas”; así fueron evangelizando los pueblos y zonas populares de Venezuela.
A través de las misiones, inculcaban la devoción que no tardó en originar testimonios entre los fieles.
De los primeros testimonios, está el Vicariato de Coro (estado Falcón) donde se denominó la misión de Mapubare de la Divina Pastora (1713) y luego aparece en Caracas, una imagen traída por los religiosos capuchinos en el año 1718, la cual actualmente reposa en su templo ubicado en el barrio La Pastora de la ciudad capital.
Entre los años 1740 y 1750, la devoción ya estaba propagada por buena parte del país y en Europa. Era la época de cuaresma, previo a la Semana Santa, el tiempo mejor aprovechado por la comunidad religiosa para promover los frutos del Evangelio y las virtudes de la Santísima Virgen.
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