La familia Torres Pérez está integrada por César (padre), Haydee (madre), un varón de 35 años, Marianny y otro hijo de 25 años. Su devoción por la Divina Pastora tiene un antes y un después desde hace 27 años.
Haydde creció en una familia creyente de la patrona de los larenses, pero para ella se trató más de una tradición que verdadera devoción, porque acompañaban a la Virgen sólo los 14 de enero y el resto del año no se sentía.
Cuando se casó con César, quien es de Aragua y siempre estuvo conmovido con la historia de la Pastorcita, comenzaron a incrementar su devoción y a conocer el misterio de la Santísima Trinidad, el sentido de María en sus vidas. Desde ese momento tomaron conciencia de lo que representaba la Divina Pastora.
El verdadero desafío de fe comienza cuando Haydee sale embarazada por segunda vez, en esa oportunidad se trataba de una niña.
A los siete meses de gestación, después de hacerle unos exámenes de ultrasonido, les informaron que la bebé venía con problemas de salud y la primera solución que les ofrecieron fue el aborto.
Ellos, en medio del dolor y la confusión, deciden irse a Caracas en busca de otras opiniones médicas. Allí los pronósticos no mejoraron: le aseguraron que la niña nacería, pero sólo duraría entre 15 días a un mes con vida y en estado vegetal. Tenía la espina bífida (mielomeningocele), que es un defecto de nacimiento de la columna vertebral, se presenta como consecuencia de un fallo en el cierre del tubo neural durante el primer mes de gestación.
En medio del pronósticos César y Haydee decidieron refugiarse en Dios y en la Divina Pastora. “¿Quién más que ella para entender como madre por lo que estaba pasando? En ese momento nos apegamos más a ella, a pedirle, suplicarle, que fueses ella la mediadora para hacer el milagro de la salvación”, manifiesta Haydee, quien considera que les facilitó el camino para entender lo que estaba sucediendo.
César recuerda que fueron momentos muy difíciles, pero nunca dejaron la fe a pesar de las respuestas médicas. Lucharon hasta el final.
Nació y le pusieron por nombre Marianny Milagros, efectivamente con dificultades médicas, pero superó los 15 días de vida, el primer mes y así poco a poco.
A los cinco años dio sus primeros pasos por lo cual César y Haydee decidieron ir a Caracas al mismo especialista que no les había dado esperanzas. Recuerdan que al verla sólo dijo: “Es un milagro de Dios”, no podía creer lo que estaba sucediendo.
Así, cada año, fueron viendo avances y con ellos la alegría de unos padres que confiaron en el amor de la madre Divina Pastora que los ha acompañado en este camino.
Marianny ya tiene 27 años y su presencia llena de felicidad a toda la familia. Le gusta conversar, ir a visitar a la Divina Pastora incluso hace el gesto de que ella también la lleva cargada en sus hombros. Afirma que ella es su madre y la de Dios, tratan de llevarla en varias ocasiones a ver a la Virgen porque sus padres ya están consciente de lo que significa en sus corazones.
Sabe que en su vida está Dios y es suficiente para ser feliz.
Tradición familiar
La familia Torres Pérez también camina cada visita de la Divina Pastora los 14 de enero, le agradecen no sólo los milagros obtenidos, sino también la presencia que tiene en su hogar.
Cada año los parientes de César también viajan desde Aragua para ser parte de la fiesta mariana que invade al estado Lara.
Ellos han tenido como tradición, desde hace varios años, rezar el rosario en familia todos los días y con los vecinos los 13 de cada mes, cita a la cual no falta Marianny.
Hoy en día se definen como una familia comprometida con Cristo y llena de una devoción real, que les permite superar cada dificultad que llega a sus vidas
Historia de una devoción
En el año 1706 llegó la devoción a Venezuela
Providencialmente, el fray Marcelino de San Vicente, servidor de la congregación capuchina en Venezuela, debió regresar a España en el año 1701 para tratar asuntos con los reyes de su país en relación a la misión evangelizadora que desarrollaba.
Sin embargo, por razones ajenas a su voluntad no volvió de inmediato y, durante casi seis años, se quedó en el convento y conoció entonces la advocación de la Virgen como pastora.
Para finales del mes de mayo del año 1706, de vuelta a suelo venezolano, fray Marcelino ya se encontraba en la misión denominada los Llanos de Caracas, en compañía de otros religiosos que cooperaron en la difusión del nuevo título de la llena de gracia.
Los capuchinos que se sumaron a la peregrinación en el territorio nacional fueron: fray Francisco de Cádiz, fray Pedro José de Sevilla, fray José Iznájar, fray Antonio de Benaocaz, fray Crisóstomo de Granada, fray Antonio de Ubrique, fray Arsenio de Sevilla (Archivo General de India, Santo Domingo).
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