Crónica urbana – Bosque Macuto

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Durante muchos años en Barquisimeto el bosque Macuto fue un punto de encanto recreativo que disfrutaron varias generaciones.

Ubicado al Sur de la ciudad, a orillas del extenso valle del río Turbio, con agradable entrada por veredas y puentecitos de madera frente a donde comienza la vía que conduce al pueblo Río Claro. Su apertura data del año 1837 cuando el gobernador de la entonces provincia de Barquisimeto, doctor Juan de Dios Ponte, adquirió esos terrenos ricos en flora y fuentes acuíferas.

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Después, en el período gubernativo (1850-1854) de don Martín María Aguinagalde se compró otro lote de tierra vecina para anexarla al bosque, replantándola con el fin de mantener sus manantiales vivificadores. De tal forma, gracias a esos gobernantes que miraban el futuro pensando en la gente, Macuto se convirtió en un lugar selvático donde habitaba el silencio junto a vivarachos duendes y menuda fauna.

Con el tiempo giraron en torno a ese bosque diversos hechos, desde simples travesuras de muchachos que se bañaban en cristalinos arroyos y tiraban piedras a los pájaros, hasta la visitas de importantes personajes. En agosto de 1908, en el ocaso de su mandato, estuvo allí el general Cipriano Castro, presidente de la República, quien junto a personeros del Gobierno y gente de la sociedad larense, disfrutó una suntuosa fiesta llena de música y halagos.

Años más tarde, siendo presidente del estado Lara el general Vincencio Pérez Soto, en los primeros meses de 1936 se ordenó construir en el bosque Macuto una piscina para uso público, perforando dos pozos para mantenerla llena en época de verano. Aquella pileta, con encumbrado trampolín, se convirtió en ámbito preferido de bañistas y amantes del deporte acuático, sirviendo además para animadas pruebas. Por ese tiempo, sintiéndose pionero de la natación, hubo competencias ante atletas visitantes del estado Zulia.

Con esa activa presencia humana, expuesto al descuido, el otrora bosque empezó a decaer, a sentir que le brotaban grietas de lenta agonía. Esto se agravó en los años ’50, bajo el régimen del general Marcos Pérez Jiménez, cuando el Instituto Nacional de Obras Sanitarias perforó allí seis pozos para llevar agua a la eterna sed de Barquisimeto. Para tal fin se abrieron carreteras y se derribaron árboles, exprimiendo así la bondad acuífera, lo cual secó esbeltas plantas, unidas al deterioro de la piscina.

Entonces el bosque devino en ruinas, convertido en matorral, viendo desde allí rodar el auge automotor sobre ancha avenida construida en la ribera Norte del río. Y transcurridos tantos años de su apertura al público, no ha sido posible recuperar su esencia boscosa, rescatar su airoso verde. Un día cerca de allí se construyó un parque con variados espacios recreativos, pero nada parecido a la impenetrable frondosidad de lo que fue el antiguo Macuto.

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