Gotas de opinión – Consenso o frustración colectiva

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Es indudable que el seis de diciembre el pueblo venezolano le envió un mensaje al liderazgo nacional, a la dirigencia de todos los sectores de la sociedad.

Un mensaje sin desperdicio alguno: que nadie haga cálculos y especulaciones fuera de ese contexto; porque las equivocaciones y las percepciones distorsionadas sólo conducirán al agravamiento de la crisis terminal que mantiene a Venezuela en picada, hacia lo más profundo de un abismo que sigue intacto.

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Habrá quien me atribuya una fuerte dosis de pesimismo; esto es probable, porque es factible que un ser humano después de las adversidades que hemos padecido se deje influenciar por la desesperanza. Sin embargo, particularmente lo asumo de otra manera: estoy consciente de que el pueblo lo hizo todo para que recuperemos el optimismo, pero tampoco para que lo exageremos. Es en este punto, precisamente, donde debemos detenernos para pensar en frío y con la mayor racionalidad.

El pueblo votó ahora con una sonoridad específica; se expresó indignado, como es lógico, para rechazar los efectos demoledores de la peor gestión gubernamental en los últimos cien años. Pero tampoco, manifestó la gente, a través del sufragio, que le resuelvan sus necesidades y carencias con más confrontación. Si se pudiera resumir la aspiración fundamental de los venezolanos, en mi caso lo escribiría así: ¡Reconciliación y convivencia, o muerte anunciada de la democracia y de la libertad!

Las primeras señales que han emitido los ganadores y perdedores políticos del seis de diciembre, se podría decir que ayudan poco para la reconciliación. Y quienes se empeñen en colocar obstáculos en el camino del encuentro y el entendimiento, corren un riesgo cierto de quedarse sin pueblo. Es hora de desarrollar más inteligencia que poder; la confrontación estéril sólo contribuiría a consolidar la catástrofe.

Pienso, y así lo expreso esperanzado en que suceda, que la iniciativa de un diálogo constructivo, con resultados inminentes, debe materializarse sin pérdida de tiempo por cualquiera de las partes en conflicto. Incluso con la ayuda de instituciones como la iglesia, por ejemplo. ¡Las calamidades son muchas; nadie puede enfrentarlas aisladamente; es imprescindible el consenso!

[email protected]

@UrdanetaAguirre

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