Superado el desafío del 6D, suerte de milagro político: derrotar con los instrumentos democráticos modernos – mediante la protesta y luego el voto desbordado- a esa suerte de satrapía medieval que integran Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, y Jorge Rodríguez, AHORA queda la tarea de mayor envergadura.
Y no hablo de satrapía para denostar de la parte de nuestro pueblo que, por necesidad u oportunidad, por convicción o lo que sea, aún prefiere al “gendarme necesario” que emanciparse. Lo hago sí, en contra de sus conductores que, tras la reacción forzada o espontánea del presidente Maduro al apenas saber de su derrota política, reconociéndola, luego y junto a él se comportan –lo han hecho durante tres lustros– a la manera de los “Jong-Un”.
IndroMontanelli, en su Historia de la Edad Media, les describe como bárbaros, quienes desde el oeste acechan las fronteras chinas antes de regresar desde el este para hacerlo sobre Roma: “Indisciplinados y atrevidos saqueadores que penetran los países llevando consigo el desorden, destruyéndolo todo sin construir nada, hasta que son expulsados…”
Los atentados recientes al orden constitucional formal que nos rige, a manos de nuestra “triarquía” criolla, validados por escribanos a su servicio ávidos de servir a la Justicia a costa de escupir sobre la ley, son ilustrativos de lo anterior.
Pero la tarea por hacer es lo que cuenta. Reposa en manos de la mayoritaria Asamblea Nacional recién elegida, que habrá de posesionarse el próximo 5 de enero. E implica mostrar, con el ejemplo, el ejercicio democrático verdadero, que no se agota en el voto y atiende a las finalidades.
La misma debe partir de una premisa central, ajena a las narrativas partidarias o personales de quienes, con legitimidad, las esgrimen siendo candidatos: La gente vota por costumbre; pero animada, más que por el acto de racionalidad democrática por el crujir de sus estómagos y convencida de que el régimen –frente a la inflación y la carestía- está agotado. No da para más, que no sea para rumiar su fracaso.
Admitido esto –en su simplificación–cabe que se pregunten los 112 diputados de la Unidad Democrática sobre el porqué del carácter plebiscitario acusado por las elecciones parlamentarias: ¿Admite sobreponer a la expectativa dominante la visión o aspiración parcial de los electos?
¿El país, acaso, ha votado por un rostro o mejor por una lectura compartida de los hechos políticos dominantes, diciéndole basta al deslave que nos lleva hacia la pauperización?
¿Hizo peso el tema de las libertades?
Una adecuada consideración de lo anterior se impone para definir con claridad lo primario, es decir, las reglas que fijen los propósitos inmediatos que han de animar al naciente parlamento para su función deliberativa, de legislación y de control sobre los demás poderes, y que seleccionen los medios apropiados y efectivos para alcanzarlos. Es alrededor de esos dos elementos, los propósitos y las vías, que cabe estructurar unas bases para la gobernabilidad asamblearia y de suyo, la de Venezuela en su conjunto.
Ese es el rostro que el país consciente espera le sea develado.
Seguidamente se impone, sin demora, escoger a los garantes de dicho “pacto de gobernabilidad” una vez alcanzado. Se trata del director o de los directores rotativos de una orquesta sinfónica, quienes guían y armonizan la autonomía de ejecución de cada uno de los músicos con sus instrumentos respectivos. No pueden aquél o aquéllos hacer lo uno y lo otro a la vez, a riesgo de comprometer la propia vida parlamentaria y su desempeño democrático.
En ese transitar es imperativo que los diputados proclamados tengan presente lo que es una enseñanza milenaria, distinta de lo confesional. El pueblo forma la Ciudad del Hombre y apenas se prepara, con sus falencias humanas inherentes y en su recorrido mundano, para ganarse, paulatinamente y en intentos por rasgarla, la Ciudad de Dios.
En otras palabras, lo perfecto es enemigo de lo bueno. La razón humana cabe situarla atada a la historia y sus debilidades, y cada quien y cada cual ha de montárselasobre sus hombros, sin pretender exorcizarla como tampoco dejando que ella los esclavice.
¡Y es que el aprendizaje democrático sigue siendo tarea pendiente entre los venezolanos, incluso para quienes votan y son votados en elecciones que por repetidas hacen olvidar, paradójicamente, lo que es esencia y sustancia de la democracia como experiencia vital!
En suma, urge un rostro que son reglas de juego y aún faltan los nombres de ese y esos diputados a los que podamos interpelar, ante lo imposible de exigirle y reclamarle el hacer o deshacer a 112 diputados, moviéndosecada uno por la libre y sin ataduras de conciencia. Sería tanto como salir del caos e ingresar a la nada.