Durante estos últimos 17 años el PSUV logró “victorias” electorales de consecuencias cada vez más letales para todos los venezolanos, quienes caímos más y más abajo como país; comparado con el progreso de otras naciones del continente, mientras que una cúpula roja borracha de poder y dólares se sumergió en un aquelarre de odio y corrupción. En efecto, ese pueblo que mencionan a cada momento, fue arrojado a la miseria, a las humillaciones a merced de las colas, la inflación y la violencia, aunque intentaban opacar esta realidad mediante una necrológica sobredosis de propaganda.
Pero lo ocurrido el 6D pone de bulto el drama del PSUV y de la dupla que lo arrea: Diosdado y Maduro. La hegemonía comunicacional fracasó en su intento de seguir engañando a los venezolanos con su andanada de cuñas y cadenas, engranadas en su fría y calculadora maquinaria propagandística por la sala situacional que dirigen los cubanos desde “Mira a Flores”. No le dejaron una ventanita a los sectores democráticos agrupados en la MUD, obturaron cualquier vía que permitiera la libertad de expresión a la disidencia, al tiempo que nos saturaban con ofertas engañosas, mentiras, insultos e irrespetos, y perdieron…
Todo eso se les derrumbó el 6D. Dos millones y medio de votos de diferencia y una mayoría calificada en la AN son expresión de una victoria contundente del pueblo a favor del cambio. Voto que evidencia, además, su fuerza de “carne, corazón y hueso” para recuperar una democracia plena, y despejar el camino para salir de este régimen inepto y despótico. El drama del PSUV es que se le acabó su cuarto de hora –o de siglo– y pretende seguir hablando en nombre del pueblo como si no existiera el 6D.
Después de escuchar la atrabiliaria oratoria del madurocabellismo, uno puede reiterar sin temor a equivocarse que estos “caballeros” son lo que se llama una subespecie de la izquierda bórbonica: esa “que no aprende pero que tampoco olvida”. Siguen remachando –como un estribillo– lo de la guerra económica y lo de la “contrarrevolución de la derecha maltrecha” como la causa de todo lo que ocurre en Venezuela. Están de espaldas al país, no aprenden de sus monumentales errores, han puesto una torta gigantesca y jamás asumen su responsabilidad. “La ceguera biológica impide ver, pero la ceguera ideológica impide pensar” dijo, lapidariamente, Don Octavio Paz. Ese es el drama de la cúpula del PSUV y de la dupla madurocabellista. Son una calamidad: incorregibles, testarudos y recalcitrantes. Por ahí andan, como si el 6D no existiera en su calendario. Pues bien, que suden su fiebre…