“Vengo con música enérgica, con cometas y tambores, no solo ejecuto marchas en honor de los vencedores, las ejecuto también en honor de los vencidos y de los muertos. ¿Sabías que es bueno ganar la jornada? Yo digo que es bueno perderla, las batallas se pierden con el mismo ánimo con que se ganan”. (Walt Whitman)
Interrumpida la esperanza de otros días en los que éramos felices y no lo sabíamos, hoy ha vuelto a reverdecer con esplendor en el corazón de todos.
En honrosa lid la decisión firme del pueblo ha iniciado el rescate de la patria, la armonía, la paz, la seguridad, la justicia, la hermandad y la libertad, seca el llanto de los olvidados y hambre de los agobiados. Se va un año, cuyo mejor regalo ha sido el del 6 de diciembre, que pasará a la historia como el inicio del fin de una desgracia.
Se desvanecen las sombras, se apaga el odio encendido en el cuenco de sus propias cenizas, la luz recorre de nuevo los campos, se rescata la libertad del abismo, se acaba el tormento del hombre perseguido, del inocente condenado, cambia la historia.
Con sus acciones cada uno escribe su destino, el esplendor de sus años, su suerte, su fecha de partida y su epitafio. Nadie es dueño de la patria ni del alma del pueblo, aunque todos formemos parte de uno y de otro debemos ser dignos de merecerlos. Ellos entraron con engaños y falsas promesas y se retiran respirando por la herida. Se hará polvo su malévola raíz, de la cual para siempre brotará ecuánime o atroz su solitario limbo o su ganado infierno.
El tiempo trabaja como hongo en la quilla de un navío, trabaja penas y alegrías, sueños y temores, trabaja al bondadoso y al malvado, envolviéndolos en tormentas que queman igual al vencedor como al vencido. Como dijera el poeta Borges: “No hay mármol que guarde tu memoria; seis pies de tierra son tu oscura gloria”.
La maravilla de la vida consiste en que igual tiene derecho a vivir el hombre vil y el hombre bueno, el sin fe y el ateo, el que disfruta de los apetitos y el que los rechaza, el sabio y el ignorante, el que cree en los milagros de la fe como el que cree en la mentira del fanatismo. Al hombre lo pierden su soberbia y su codicia. Se cree un dios cuando alcanza el poder, la fama o la riqueza, olvidando que no es un ser supremo, que sus pies son de barro y que en la vida el personalismo, el odio y desprecio a los demás tienen su tiempo de vencimiento.
El año que se va, deja aquí la gloria de un pueblo que rescató su felicidad de las garras de los tiranos. La voluntad se impuso a la misma fe que pedía a gritos un milagro sin combatir. Nada se gana sin esfuerzo y sin unión, aunque se tengan que esperar 17 años. Llegó el momento en que la unión levante con sus manos un nuevo país y el futuro que se quiere, sin revanchismos, con razonamiento, tolerancia y respeto; las aguas retornarán a su cauce…
Vencedores: El pueblo los ha elegido, ganan con abrumadora mayoría. El tiempo da tiempo y resultados a quienes luchan por el bien de todos, honrando sus promesas. En sus manos está la gloria o la deshonra. Vale decir que han vencido, el pueblo ha descubierto la aurora, pone nombre a su futuro, ondea alegre la bandera en los altares de la democracia. Está lista la campana para echar al vuelo su más hermoso tañido.
La nueva Asamblea contará con 112 diputados, quienes están dispuestos a sacar adelante la democracia, aplicar la Constitución, sin distorsionarla, sin violarla ni amañarla, empleándola con absoluta equidad. Amén.
Feliz año
