La euforia del reciente triunfo electoral tiende a opacar una triste realidad: Aproximadamente 42% de la población votó a opciones que representan un nocivo coctel de izquierda carnívora, necrofilia, delincuencia, narcotráfico, pandillerismo y clientelismo.
Enfocar a un solo nefasto personaje pasa por alto que el gran reto político es reducir ese 42% a una mínima expresión numérica de modo tal que no resurja –como el peronismo- a plagar el futuro democrático de la nación.
Stalin, tan admirado por algunos dirigentes del régimen, sentenció que no basta matar al enemigo, que primero haya que desprestigiarlo por completo. Es una lección política que parecen olvidar algunos que creen que todo se “resuelve” removiendo la figura que parece central de todo un colectivo.
La parca le ofreció al artífice de la catástrofe la opción de convertirse en un mito cuyo tóxico e irresponsable legado envenena la política venezolana; y puede resurgir si no se ahoga por completo en sus propios errores, amoralidad e incompetencia.
Ante lo que se viene encima, un gobernante realmente maquiavélico renunciaría y diría “allí les dejo la torta”. De ese modo el peso político completo de la avalancha económica con sus inevitables estragos sociales caería por completo sobre los hombros de quienes dirigen el movimiento democrático en este país.
Si no lo hacen será por fanatismo, falta de visión, o simple mala conciencia ante las leyes de Venezuela y el mundo: Persisten en aferrarse al poder cual gata acorralada, tomando medidas tan inconstitucionales e insolentes que parecen incitar un golpe.
Semejante alternativa daría a los causantes de la desgracia otra manera de evadir responsabilidades y conservar el mito de su irresponsable munificencia clientelar, incluso frente a quienes creído que el pasado triunfo electoral es varita mágica para todos los males.
Enfocar un solo personaje esconde que la responsabilidad es de todo el colectivo rojo; y es síntoma de imprudente presidencialismo que algunos desde ahora monten “foto-shop” de algún dirigente cargando la banda presidencial: Poco favor que le hacen a quien “promueven”.
Es necesario ejercer el don de la oportunidad. Para lograr un exorcismo a fondo del legado envenenado del occiso la actual cúpula debe cargar por completo con las consecuencias del desastre inminente. A la nueva Asamblea le corresponde tomar las decisiones que le competen, proponer correctivos, y denunciar corruptelas y errores. Y por los meses que vienen a los grandes responsables habría que decirles: ¡Ahora chúpense su propia mandarina!
