Nicolás Maduro en su laberinto

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El presidente Nicolás Maduro está atrapado en medio de dos crisis que se retroalimentan: la crisis económica que ha terminado por desembocar en una crisis política. Él, en buena medida, es el responsable de la primera que ha llevado sin duda a la segunda, y ésta terminará teniendo un alto costo político para él como cabeza visible del chavismo y presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

El laberinto de Maduro comenzó a construirse una vez que fue ratificado como presidente por el Consejo Nacional Electoral (CNE), luego de las discutidas elecciones presidenciales de abril de 2013. Al final de aquel año, con el objetivo de incidir en las elecciones municipales una vez que se comenzaba a constatar el malestar ciudadano con su gestión, lanza el “Dakazo”, que le ayuda a repuntar momentáneamente en la encuestas, pero que significa una vuelta de tuerca en la destrucción del aparato industrial y comercial de Venezuela.

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2014 fue un año atípico en la vida venezolana del siglo XXI, ya que no hubo elecciones de ningún tipo. Era deseable que el presidente Maduro aprovechara ese período para llevar adelante las decisiones económicas. El petróleo había bajado, pero no al nivel actual, y al mismo tiempo el gobierno puso en el aire una campaña para sensibilizar a la población en torno a la necesidad de aumentar el precio de la gasolina. Tenía Maduro el año pasado margen de maniobra para rectificaciones económicas. Su opción fue no tomar decisiones para evitar el costo político de éstas. Terminó Maduro asumiendo el costo político de la inacción en materia económica.

La inacción que ha caracterizado sus casi tres años de gestión, en medio de la más aguda crisis económica del país, es uno de los factores que incidieron directamente en la derrota electoral del PSUV el pasado 6 de diciembre.

La crisis económica en Venezuela ha sido una especie de bola de nieve, que viene creciendo sin parar. Maduro optó por dejar que esa bola de nieve rodara porque cualquier decisión económica tenía un costo político. La bola de nieve ha crecido y con ella el descontento y ahora cualquier decisión económica tendrá un costo político amplificado.

Si en materia económica Maduro no comprendió cuál era el tiempo justo de actuar (el año 2014) en materia política el año 2015 desnudó sus deficientes capacidades de conductor político. Maduro estuvo de viaje al exterior varios fines de semana en medio de la campaña electoral, incluso durante los fines de semana que el PSUV realizó los llamados simulacros. Desgastó Maduro el legado simbólico y comunicacional que le dejó Hugo Chávez. La insistencia en construir matrices mediáticas, como la “guerra económica”, no surtió efecto. La crisis que viven cada día los venezolanos fue más fuerte y directa que cualquier relato oficial.

En esta elección del 6 de diciembre Maduro se perdió más en su laberinto. Usó hasta el cansancio la figura de Chávez, apostando a que el lazo sentimental del comandante con el pueblo fuese el catalizador de un voto popular y mayoritario. Al no surtir este efecto, del chantaje emocional, Maduro no sólo fue el gran derrotado de las elecciones, sino que perdió la capacidad de que su talismán político (“soy el hijo de Chávez”) surtiera efecto convocando a la mayoría de venezolanos. Maduro no sólo está en el laberinto, sino que está desnudo.

Al insistir Maduro en el desconocimiento de la derrota y de su responsabilidad directa en éste resultado electoral adverso, sigue perdido en su laberinto. Al enfatizar el discurso que le llevó a la derrota el 6D (el discurso de la confrontación y de responsabilizar a otros por la crisis económica), Maduro se sigue alejando del pueblo.

Le habla Maduro al sector más radical del chavismo, pero ese sector ya no inspira el miedo de otros tiempos. El resultado favorable que obtuvo la MUD en el 23 de enero (en Caracas), cuna de varios colectivos armados, es símbolo claro de que vivimos otra época en Venezuela. Maduro no ha tenido y dudo que tenga capacidad de comprender cabalmente la magnitud de este cambio. Maduro sencillamente está perdido en su laberinto.

@infocracia

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