Para Elise Belisario, la Navidad «está muerta». Al menos en Petare, una barriada de Caracas donde la decoración decembrina desapareció y sus vecinos restringirán las comidas tradicionales por la crisis económica, en un país que durante años celebró estas fechas en la abundancia.
Una de las mayores favelas de América Latina, Petare refleja en cada esquina el castigo que significa para los venezolanos tener la inflación más alta del mundo, por encima de 200% al cierre del año, según cálculos privados (el gobierno de Nicolás Maduro no ha publicado datos del costo de vida en 2015).
«Este año la Navidad está muerta, la plata no alcanza. Las navidades se apagaron», dice Elise, una morena de 28 años, que se quedó sin empleo y debe ingeniárselas para pagar el alquiler de la casa donde vive con sus dos hijos.
Poco tiempo atrás, con la bonanza petrolera que se empezó a extinguir en agosto de 2014 y estimulaba el consumismo en Navidad, las fiestas eran muy distintas.
Elise evoca los balcones iluminados de Mesuca, uno de los barrios montañosos de Petare.
«Caminas por todo eso y no hay una lucecita. El río Guaire pasaba alumbrado, ahora nada», comenta la mujer. «Eramos ricos y no nos dábamos cuenta».
Cochinos flacos
Testimonio de esta situación son los cochinitos de aguinaldos, alcancías donde los clientes de comercios dejan propinas para repartirlas entre los empleados.
«Ahora está más pobre porque la gente tiene menos dinero, se preocupa más por comprar sus alimentos que por regalar», cuenta Olga González, de 50 años, cajera de una charcutería del casco central de Petare, quien vistió al puerco con un traje de Papá Noel.
Su local está vacío, a diferencia de otras navidades. «Las ventas están más bajas que nunca», señala.
En uno de los cientos de negocios ambulantes de esta ruidosa zona, Karina afirma que su lechón solo recibe billetes de cinco bolívares. Es decir, el precio de un caramelo.
Navidad sin hallacas
Paradójicamente, en Petare el problema no es la escasez, sino que en muchos casos los productos se venden a precios extremadamente elevados para el bolsillo de los venezolanos.
Es que -al igual que en el resto del país- los problemas de desabastecimiento y el férreo control de precios del gobierno han alentado el acaparamiento y la reventa.
El gobierno de Maduro responsabiliza a empresarios y miembros de la oposición de lo que considera una «guerra económica» que genera escasez e inflación.
Xiomara, de 38 años, cambió la venta callejera de películas por la de huevos, que escasean desde que el gobierno ordenó recientemente bajar el precio. Pero el efecto que la medida desencadenó fue el contrario.
Hoy una caja de 30 huevos vale 1.300 bolívares, frente a 420 que costaría al precio regulado. Vale decir, que el sueldo mínimo es de 9.600 bolívares.
Calcular esos costos en dólares es complejo, pues en Venezuela -donde el gobierno monopoliza las divisas- hay tres tipos de cambio más el del mercado negro, que excede 120 veces la tasa oficial más baja e informalmente se lo usa para fijar precios.
Pero también las ganancias de Xiomara se ven disminuidas porque diariamente tiene que pagarle a la policía para que no le decomise los huevos, muy requeridos en esta época para la ensalada de gallina, una típica comida navideña.
En un quiosco de periódicos, con una vitrina a medio llenar y una heladera vacía, Ana Pinto, de 64 años, cuenta que su plato llevará más vegetales que carne, y se consuela con que «es bueno para bajar el colesterol».
A inicios de noviembre, el gobierno importó 50 millones de dólares solo en juguetes, así como alimentos y adornos. Pero en Petare, un muñeco de plástico cuesta casi tres sueldos básicos.
Los altos precios le impedirán a Elise preparar hallacas, un bollo de harina de maíz envuelto en hojas de plátano y receta navideña venezolana por excelencia.
«No se puede hacer», afirma. Es que un bulto de 20 kilos se vende en 5.500 bolívares (el precio oficial es 1.600). Eso sin contar que el plato lleva además carne, aceitunas, pasas y alcaparras.