La fiera herida

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Esta reflexión no es original. La escribo a propósito del resultado de las elecciones parlamentarias en Venezuela, para situar el entusiasmo y la alegría en su justo término. Esopo, Solón, Maquiavelo y el venezolano Teodoro Petkoff han hablado sobre el cuidado que debe tenerse de una fiera herida.

Decía Solón: “No hay que considerar segura la victoria hasta que el combate no haya tocado a su fin”. El triunfo electoral de la oposición venezolana debe considerarse como la recuperación de los pasos perdidos, pero en modo alguno la conquista de la totalidad del poder. No hay que dejar pasar la oportunidad. El pueblo venezolano está contento y quiere sacudirse el infortunio. Es capaz de seguir apoyando esta opción, si se le tiene informado, si comienza a ver un modo distinto de administrar un poder.
La Fuerza Armada da señales de apoyar a Venezuela que es lo permanente y no a Maduro y Diosdado que son transitorios. Esopo en su fábula El lobo y el cordero advierte que “con los malos y perversos de nada vale la verdad y la razón, no vale contra ellos sino la fuerza”. En la calle hay el rumor de que a pesar de tener como dicen “el mejor sistema electoral del mundo”, volvieron a tenernos hasta la media noche para darnos el escrutinio. Diosdado no aceptaba los resultados y amenazaba con sacar a los colectivos armados. Se dice de buena fuente que en la reunión antes del primer boletín llegó a decir “al carajo con la opinión pública internacional, los expresidentes y Unasur”.

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Otros autores señalan que “cuanto más acorralada se ve una fiera, aunque esté moribunda, es más peligrosa”. Lo que la dictadura ha comenzado a perder no es cualquier cosa. El poder, dinero del petróleo, reservas internacionales –si es que aún están el Banco Central- la posesión cubana y sobre todo el riesgo de que puedan ser investigados y conocerse la verdad de todo cuanto le han hecho al país.
No puede subestimarse a quien tiene el poder ejecutivo, poder judicial, fiscalía general de la república, contraloría, medios de comunicación comprados y el apoyo logístico de Cuba. No cree en la legalidad y por tratarse de un hombre iletrado en el poder es más peligroso e imprevisible. En la noche del 8 de diciembre en una larga alocución Maduro anunció, que no liberaría los presos políticos, prácticamente llamó al pueblo mal agradecido porque no les dio el voto, reconoció la mayoría alcanzada por la oposición de 112 diputados, pero profirió nuevas amenazas, con vulgaridades, muecas, descalificaciones y mentiras. Tantas, que solo le faltó decir que la oposición le quitaría a Venezuela, el sol, el viento, el agua. Al hacer comparecer al Ministro de la Defensa y otros militares en la Tv para declararle lealtad, los dejó en ridículo. Le juró amor eterno a Chávez y a Diosdado. Un drama que deja otra vez la imagen de Venezuela en el suelo. Decía el escritor ucraniano Valsy Symonenko que: “Nada hay más terrible que un poder ilimitado en manos de un ser limitado”.

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