Como hemos visto, la comunicación personal, frente a frente, está siendo sustituida velozmente por la conexión en las redes. Los vínculos familiares, sentimentales, de grupos, de trabajo, no solo ceden sino que son digeridos y controlados por las nuevas tecnologías de comunicación. A través de los mensajes celulares, el internet, el Facebook, los tuits, los hombres modernos parecen haber alcanzado el clímax comunicacional, pero esta tecnología apenas alcanza a minorías de la población mundial y además forman parte del engrane mediático hegemónico de los países desarrollados. Sin negar que se hayan venido produciendo espacios libres, donde usando estas mismas tecnologías se cuestiona a este pensamiento dominante. “redes sociales” se esparcen con la velocidad de una “infección en extremo virulenta” un instrumento de autoafirmación y rebelión juvenil (….) poner un pie en la “red” (un término que rápidamente va reemplazando al de “sociedad” tanto en el discurso científico-social como en el lenguaje popular) (BAUmAN, 2008: 102)
La sociedad virtualizada una vez dominante parece negar u obstaculizar las relaciones físicas, el contacto y comunicación directa con los demás seres humanos. Nos comunicamos mejor por las redes que en persona. Somos más sociables, simpáticos, abiertos. Lo que arrastra a la gente a sus computadores es el miedo a estar solos, mientras que el peligro desconocido los empuja a la procastinación de los encuentros en la vida real. Los clientes habituales de las agencias de citas por Internet, engolosinados por las prácticas del mercado, no se sienten nada cómodos en compañía de seres humanos de carne y hueso. El tipo de productos con los que fueron entrenados para socializar son para el tacto, pero no tienen manos para tocar, yacen desnudos a la vista para el escrutinio, pero no devuelven la mirada ni piden que se les sea devuelta (BAUmAN, 2008: 145).
Con personas que no conocemos físicamente, entablamos comunicación y le contamos los más mínimos detalles de nuestras vidas, lo que no hacemos con los familiares y amigos íntimos. Hacemos de las redes unos modernos “confesionarios públicos”: Esta nueva afición por la confesión pública no puede ser explicada meramente y en ningún plano por factores “propios de la edad”. Los adolescentes equipados con confesionarios electrónicos portátiles no son otra cosa que aprendices entrenados en las artes de una sociedad confesional –una sociedad que se destaca por haber borrado los límites que en otro tiempo separaban lo privado de lo público, por haber convertido en virtudes y obligaciones públicas el hecho de exponer abiertamente lo privado, y por haber eliminado de la comunicación pública todo lo que se niegue a ser reducido a una confidencia privada, y a aquellos que se rehúsan a confesarse (BAUmAN, 2008: 88).
Para Lipovetsky, eso es precisamente el narcisismo, la expresión gratuita, la primacía del acto de comunicación sobre la naturaleza de lo comunicado, la indiferencia por los contenidos, la reabsorción lúdica del sentido, la comunicación sin objetivo ni público, el emisor convertido en el principal receptor. De ahí esa plétora de espectáculos, exposiciones, entrevistas, propuestas totalmente insignificantes para cualquiera y que ni siquiera crean ambiente: hay otra cosa en juego, la posibilidad y el deseo de expresarse sea cual fuere la naturaleza del «mensaje», el derecho y el placer narcisista a expresarse para nada, para sí mismo, pero con un registrado amplificado por un «médium». Comunicar por comunicar, expresarse sin otro objetivo que el mero expresar y ser grabado por un micro público (LIPOVETSKY, 1985: 179). Continuará…