Con sentido crítico comenta este periodista que lamentablemente el cocuy, la planta así llamada, no se siembra por incuria dejando que sea la naturaleza la que sustituya en la dura tierra árida las plantas que, ya desarrolladas, fueron utilizadas por los productores de la bebida, agregando una triste y lamentable situación como es la caída de los precios de este artículo:
Un chinchorro de 6 libras, antes de 1935, con un trabajo durante 6 días tejiéndolo, se vendía a 30 bolívares y uno de dos libras en 20, pero en 1935 el de 6 libras apenas lograba venderse en 15 bolívares con un costo de fabricación de Bs. 1,25, refiriéndose seguramente a los materiales solamente.
Finalmente, se entrega en este capítulo sobre chinchorro algunos conceptos extraídos de los reportajes de “El Perifoneador”:
“Dispopero: halador de dispopo; cocuy cerrado (de burbujas): licor de 50º; espuma montada: licor de 56º; estirada: “halar del dispopo una hebra continua, fina o gruesa (según la calidad del chinchorro) con los dedos índices y pulgar, la cual se va soltando dentro de un canasto; torcida: trocar los hilos en el huso, dos hilos para chinchorros finos, una torcida para chinchorros careados (de una sola hebra); bastidor: dos varas recostadas a la pared con dos travesaños, uno abajo y otro arriba donde se urde la pita de dispopo para el tejido”. (FIN)
Tal vez esos angostos caminos”de polvo seco todo el año” transitados en su infancia entre cardones, tunas y quebradas; tal vez, en homenaje a su natal Matatere, epicentro de la Ayamanía, que marcó su vida desde sus ancestros hasta la posteridad; hayan sido lo que le dio origen al nombre de este espacio de proyección de la historia, haciéndose memoria viviente, gracias al apoyo irrestricto que este Diario cada lunes desde el 20 de noviembre del año 95, le brindó.
Al coger camino en su primer artículo asumió el compromiso de ser plural y objetivo y con una cita del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha proclamó “descubrir la verdad, por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre” y en lenguaje sencillo tal como era él, planteó que iría “sin mala intención pisando callos y desbaratando algunos mitos a propósito”.
Eso dijo y así cumplió, sus palabras lentamente como las puertas de sus poemas, fueron abriéndose hasta irrumpir llaves y cerraduras llegando al corazón de los larenses; así fue él, una puerta abierta siempre que con la ayuda del sensible y profundamente humano equipo de trabajo que lo acompañó en la Dirección del Cronista Municipal, difundieron, formaron, promovieron e investigaron la esencialidad emotiva del ser, que desde sus propias raíces se van conformando en pueblo.
Indiscutiblemente, fue un camino bien sembrado este transitar de la escritura como arbitrio del pensamiento, a veces semiárido y desértico de donde brotó el néctar de los ayamanes, como una investigación profunda y degustada, exaltando ese delicioso cocuy de ágave destilado de la espiritualidad originaria; otras, de tonos jardín y flores, como el develamiento de la auténtica historiografía larense; en fin, todo un camino que abrió paso a una nueva perspectiva de la crónica, con visión sistemática, seria y responsable, y como regalo afectivo a sus lectores de hoy y del futuro.
Ya finalmente, es el momento del adiós de este caminito que nació un día con la esperanza de que nunca fuera el silencio el enorme palpitar de la memoria y el momento propicio de regar por él flores de amaranto para que coronen al pueblo de la inmortalidad sembrada de letras y poemas.