Esta frase quedó inscrita en la Historia reciente de Venezuela como el lema de gobierno del presidente Eleazar López Contreras, quien según el más importante intelectual de nuestro país, Mariano Picón Salas, fue quien introdujo a nuestra república al siglo 20, luego que hasta 1935 Juan Vicente Gómez la había sometido al oscurantismo político.
Es menester luego del contundente triunfo de la Unidad Democrática el domingo seis de diciembre recordar esta frase de «calma y cordura», porque a lo largo de 17 años los venezolanos nos hemos hecho mucho daño, nos hemos causado heridas terribles y nos hemos inmerso en confrontaciones primitivas que nos han llevado a desconocer los principios básicos de convivencia ciudadana.
Toca ahora ir gradualmente restableciendo la normalidad democrática y recuperar la institucionalidad mediante la autonomía de Poderes republicanos, siempre tras un objetivo inmediato de lograr un clima de armonía y tolerancia cívica que nos permita salir del abismo económico en el cual estamos metidos.
No se trata de olvidar ni perdonar los asesinatos a sangre fría de jóvenes inocentes en mitad de la calle, no se trata de darle un manto de impunidad a conductas gubernamentales en contra de los Derechos Humanos, en fin, no se trata de pasar la página y proponer un cándido acuerdo de cohabitación del Poder Legislativo con el Poder Ejecutivo; se trata simplemente de entender que estamos saliendo de una terapia intensiva en el orden político y obligados a una gran mesura que coloque en lugar prioritario de la agenda, la motivación fundamental del pueblo que le dio apoyo total a la Unidad Democrático, ese mismo pueblo que durante 17 años ininterrumpidos había llenado el mapa venezolano de diputados rojos rojitos y que ahora dijo basta, abrumado por el drama de la inseguridad, la escasez, la inflación y la megaineficiencia oficial en resolver los problemas básicos de la colectividad.
Entramos a una primera etapa de la inevitable transición de un socialismo populista de conducta hegemónica hacia el restablecimiento de una democracia donde prevalezca la inteligencia para acuerdos sobre grandes temas. Es de temer que desde el oficialismo se mantengan posiciones cerradas montadas sobre el podio de la arrogancia y la soberbia, eso hace el camino más difícil pero al mismo tiempo más corto, porque el pueblo ha validado con sus votos la propuesta del cambio y al darle mayoría en la Asamblea Nacional a la Unidad Democrática también le ha girado instrucciones para que proceda a la aplicación de los correctivos constitucionales que sean de rigor.
Procedamos pues bajo la tutela de la sabiduría, la humildad y la firmeza. Dejemos en manos de los políticos más experimentados, que los hay honestos y bien formados, la responsabilidad de direccionar el proceso de transición, Bajemos la intensidad triunfalista que se respira en las redes sociales y por los momentos compartamos con alegría el poco inventario de alimentos que nos ha dejado la crisis para que esta Navidad sea el resurgimiento de los sueños de libertad y progreso tantas veces pospuestos. El triunfo es grande, Dios nos recompensó y para continuar bajo su protección no desmayemos en la oración y la vigilia, el Mal está acorralado pero aun vive y tiene mucho poder. Celebremos con júbilo pero con humildad y los pies en la tierra.